martes, 29 de diciembre de 2015

El agotamiento del discurso izquierdista en Chile

      Hoy Chile vive una crisis de legitimidad muy profunda, no solamente de la élite, sino de todo lo que la acompaña. Esto conduce a un clima de desconfianza.
        La gente se siente desilusionada ante la representación de sus partidos, no existen los liderazgos y en un período de desencanto, la gente no sabe en quien creer.
        Es la izquierda clase medista que le creyó a Bachelet la que ahora ve que las cosas son distintas.
        Los que hemos perdido la inocencia sabemos que la función de los partidos socialistas, no es el socialismo, sino el sociolismo, pero hay gente que les creyó y ahora está desencantada.
        Creer que el poder económico deja de ser tal, porque gobierna el partido socialista, es de una inocencia, propia de chiquilín chico. En el gobierno de Bachelet los casos de corrupción son tantos, que evidentemente, supera hasta el más incrédulo.
        Querer gobernar desde la burocracia, dictando lo que hay que hacer y lo que no, agrava la situación.
        La ausencia de liderazgo de Bachelet, no convence a esa clase media empoderada.
        Ya están alistados los motores para las primarias. 2016 para Chile es un año electoral. Las campañas permiten ver el nuevo mapa electoral.
        El populismo socialista en un año signado por la baja del precio del cobre, es algo que ya no es creíble por nadie. Matrimonio igualitario, marihuana, aborto son sus nuevas banderas, ante el colapso del discurso clásico y eso en el marco de una desprolijidad total en los proyectos de ley que envía.
        Creer que la gente les va a creer de un día para otro, porque se reinventan ingeniosamente, es algo que los pone en una situación, que tendremos que ver qué resultado puede darles. Quieren inventar la realidad, en vez de tratar de entender lo que las cosas son, les obsede lo que deben ser.
        La industria minera está al borde del quiebre, con minas que tienen ciudades al lado, que viven de esa empresa.

        Se avecina un 2016 para Chile, en donde no es nada improbable que la gente demuestre el deseo de que vuelva Piñera.


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