Carlos
Quijano, también conocido como Carlos Quijote de Marcha, porque Quijano en
español antiguo quiere decir Quijote, es un típico exponente de los hombres
nacidos en el 900', que muere en el exilio en México, un 10 de junio del 84',
un poco antes de que se fuera la dictadura.
En
1917, fue fundador con otros jóvenes reformistas de su generación del Centro de
Estudios Ariel, militante en las luchas universitarias que se habían iniciado
en la Universidad Nacional de Córdoba y que sacudían también al Uruguay.
Profesor de Literatura en Enseñanza Secundaria entre 1918 y 1923. A los 23 años
recibe el título de abogado con la medalla de oro de la Facultad de Derecho de
la Universidad de la República y entonces parte a Francia para estudiar
Economía y Ciencias Políticas en la Sorbona..
Durante
los cuatro años que permanece en París, al mismo tiempo que envía notas para el
diario El País, participa con entusiasmo en la AGELA (Asociación General de
Estudiantes Latinoamericanos) y publica el libro Nicaragua, un ensayo sobre el
imperialismo de los Estados Unidos. Fueron tiempos de afiebrada actividad
(política, estudiantil, periodística), de reafirmación de convicciones en
muchos aspectos, de revisión y apertura en otros. En la AGELA se encontró con
los compañeros de generación provenientes de toda América Latina: el peruano
Víctor Raúl Haya de la Torre, el que salió cuatro veces presidente de la
República y los militares lo encarcelaban, el cubano Julio Antonio Mella, el de
la rebelión de Mella en el año 30' en Cuba, el mexicano Carlos Pellicer, el
guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el salvadoreño Toño Salazar, y el
nicaragüense León de Bayle.
A
su regreso al Uruguay, funda la Agrupación Nacionalista Demócrata Nacional,
ocupa una banca de diputado en 1929-1932. Fue una de las figuras del Nacionalismo
Independiente más reacias a la reunificación con el viejo tronco blanco.
Posteriormente se apartaría del Partido Nacional.
En
agosto de 1930 funda el diario Nacional que sale hasta noviembre de 1931. Desde
las páginas editoriales, Carlos Quijano, comienza a analizar sistemáticamente
desde el punto de vista económico el fenómeno del imperialismo. Sus páginas
contaron con la colaboración de importantes profesionales: Eugenio Petit Muñoz,
Francisco Espínola, Josefina Lerena Acevedo de Blixen, Juan José Morosoli, el
dibujante Julio Suárez, el poeta Roberto Ibáñez, Elizabeth Durand, entre otros.
El
23 de junio de 1939 funda el semanario Marcha, que en su primer edición decía
“Libertad, Igualdad, Fraternidad”, y que dirige hasta que es clausurado.
Después
del golpe de Estado del 27 de junio de 1973, Marcha siguió editándose por un
tiempo. En uno de sus últimos números, tituló en primera página No es dictadura
la publicación de un decreto restrictivo de la libertad de prensa; otro
artículo, redactado por Washington Beltrán Mullin y Eduardo Paz Aguirre,
firmado por políticos de todos los partidos, denunciaba al régimen. Se editó
hasta 1974 cuando el 22 de noviembre fue cerrado por la dictadura de Juan María
Bordaberry.
Forzado
al exilio en noviembre de 1975, Quijano desarrolló en México una importante
labor académica -la de hacerle a ese país el Registro Nacional de Leyes que no
tenía- y periodística creando, en 1979, los Cuadernos de Marcha en el exterior.
Cuadernos
de Marcha antes de la dictadura era una publicación bimensual que publicaba
información secreta del Pentágono y miraba el acontecer desde un punto de vista
histórico nacionalista independiente.
Del
39' al 74' Marcha hace la evolución intelectual propia de una publicación
independiente y no se queda anclada en el tiempo sino que acompaña cada
instancia de la realidad uruguaya y mundial, siempre del lado de las tendencias
que daban que hablar en su época.
Los
que tuvimos la suerte de conocerlo personalmente, tenemos un grato recuerdo de
esta figura, en la calle Rincón 593, porque fue un referente fundamental para
interpretar la difícil, intrincada y mediocre realidad uruguaya pueblerina.
Lo
que distinguía a la Marcha era no solamente las editoriales económicas de
Quijano, que sabía lo que decía porque había sido Decano de la naciente
Facultad de Economía y además hombre de confianza de Luis Batlle en el Fondo
Monetario Internacional, sino la perfecta sincronía entre el redactor
responsable y los jefes de página.
Los
que nos formamos en la época en dónde saber economía era el requisito
fundamental para actuar y opinar en política, tuvimos en Quijano un Maestro, un
modelo de hombre estudioso del momento preciso y su situación concreta, en
instancias difíciles para la vida del país.
La
función de un jefe de página es observar los artículos desde el punto de vista
ortográfico, tipográfico y conceptual, de modo que no se publiquen cosas que
atentan contra la línea general de la publicación. La tarea de un redactor
responsable en cambio es leerse toda la publicación de arriba a abajo y si
llega a encontrar algo que está mal, llama al jefe de página y este observa o
destituye al periodista.
Hoy
en día con las nuevas tecnologías se ve que mucho redactor responsable no es
consciente de lo que se escribe todo a lo largo de la publicación y que ha
venido una especie de fragmentación, en donde cierto tipo de información que
está impresa en esa publicación, el mismo redactor responsable la ignora.
Evidentemente, muy lejos estamos hoy, de un Juan Carlos Onetti como jefe de
redacción.
Marcha
no era solamente coherente con su línea política que abarcaba la mitad del
semanario, sino también con su línea literaria, en la época en dónde la
literatura y no el ensayo crítico como ahora, marcaba la tónica de la cultura
necesaria para intervenir en los temas.
A
Marcha se le llamaba la Biblia de los intelectuales. Se vendía en París y
existe en todas las colecciones y hemerotecas más importantes del mundo, como
la biblioteca de Berlín.
Todo
eso se perdió, pero la pérdida más dolorosa de todas es que hoy los redactores
responsables no se tomen la molestia de leer toda su publicación.
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