domingo, 29 de noviembre de 2015

El fin de un discurso





        Hoy, como lo vengo demostrando en distintos post acerca de la crisis del izquierdismo de Chile a Argentina, pasando por Ecuador y Brasil, hasta llegar a Venezuela, muestra al desnudo no solamente las falencias, las mentiras e hipocresías de dicha retórica, sino el agotamiento y el angostamiento de la mentalidad cultural que las sostiene para electorados cautivos que esperan todo del Estado, sin dar nada a cambio.
        El Partido Nacional es quien más ha sufrido los relatos que se construyen desde el poder, poniendo a los gobernantes como juez y parte en todos los temas. Primero el relato riverista según el cual en nuestro país, unos son civilizados y los demás matreros que sólo saben trabajar de troperos y cuerear vacas. Después el relato batllista, que mejora tomando ideas del Partido Nacional, robando proyectos, plagiando e imitando y adjudicándose como propio todo aquello que era la lucha histórica del nacionalismo.
        Posteriormente, el relato neo batllista, industrialista en abstracto, con cánticos al progreso de la producción, que lo único que si supo hacer es votar pensiones graciables para los amigos políticos y sobre dimensionar la producción con tecnología norteamericana, sufriendo posteriormente el hecho de que Estados Unidos no estaba dispuesto a comprarle eso al Uruguay.
        Posteriormente, el relato de la dictadura, en donde ser blanco y tupamaro eran sinónimos y ellos los salvadores de la patria que vinieron a salvarnos y lo único que dejaron es un déficit de mil millones de dólares cuando vino la democracia.
        Hoy en día, a partir de 2005, sufrimos la retórica del discurso frentista, según la cual los blancos y los colorados que hicieron al Uruguay, son los que fundieron el país, hay una supuesta herencia maldita que viene del fondo de la historia y ellos, una secta de iluminados, vinieron a refundar un país refundido.
        Resulta ahora, que todo lo que se hizo en el pasado, en dónde también ellos habían sido partícipes en el parlamento, como lo demuestra las intervenciones de Eugenio Gómez, Troitiño o Frugoni, está mal, es ruin, es “blanqui-colorado”. Eso sí, cuando salen del Uruguay se visten del prestigio internacional que ha logrado gracias a los blancos y los colorados, pero al llegar aquí, empiezan a insultar un día sí y otro también.
        El relato frentista es muy parecido al kirchnerista y el hecho de que el peronismo montonero, “La Cámpora” desaparezca, los deja inertes y vacíos, carentes de la usina conceptual que los ha mantenido hasta ahora.
        Es un relato hipócrita que condena hacia atrás, mientras carece de visión de país hacia adelante. Cómo no puede ir al socialismo, que es hacia dónde quieren ir, se presentan como oposición y gobierno, todo junto a la vez.
        La región hoy está dando al traste con este relato mentiroso, falsificador de la memoria histórica y pensado desde la soberbia y la arrogancia del marxismo leninismo más cerril y prepotente.
        Se han comportado hasta ahora como si el Uruguay fuera una Provincia Argentina, mientras Brasil los utilizó lavándose las manos en todos los temas. Hicieron del Mercosur cualquier cosa, menos una Unión Aduanera. Quitaron a nuestros hermanos paraguayos, por el imperdonable delito de hacer valer lo mismo que piensan hacer en Brasil con Dilma, el juicio político al Presidente.
        Han vivido tirando manteca al techo con los dineros del contribuyente y ahora que no tienen de dónde rascar la olla, salen desesperados a agobiar, aún más impositivamente a quien trabaja, produce y genera riqueza.
        Fomentaron ellos mismos la delincuencia para subirse al discurso cínico según el cual: “Los estamos calmando, los estamos tranquilizando, agradezcan”.
        Descaecen instituciones que son fundamentales en un estado de derecho, como el Poder Judicial, con la espuria finalidad a lo kirchnerismo de comprar jueces y subordinar la justicia a los dicterios del poder central.
        Es un relato pensado para usurpar las estructuras republicanas, vaciarlas de contenido y terminar en aquella suerte de “Repúblicas Populares” a la rusa, que de República no tenía nada y mucho menos de popular.
        La región se les viene encima y tratarán de construir un relato nuevo al mejor estilo peronista de vivir reinventándose elección tras elección.
        Tome nuestro país el camino que adopte, es evidente que se termina un discurso y comienza la hora de la verdad.


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