Para enfrentar
la situación de vaciamiento del Banco Central que Argentina enfrenta hoy en
día, lo más preocupante es la herencia maldita que 12 años de gobiernos K dejan
como saldo. Entre otras cosas, por su ausencia de legitimidad de ejercicio deja
una rémora que aterra. Tras años de crecimiento a "tasas chinas", hoy
es pobre 1 de cada 4 argentinos; según la Organización Internacional del
Trabajo es informal 1 de cada 2 trabajadores, y casi la mitad de los hogares no
tiene cloacas. Este año el desequilibrio fiscal será del 7%. Las reservas
reales del Banco Central son muy inferiores a las cifras que da el Gobierno y
se estiman en 10.000 millones de dólares. La inflación en 2015, del 28%, es
seis veces el promedio mundial. El país desapareció del planeta y los únicos
vínculos responden a las urgencias financieras creadas por el fracaso de la
propia política económica.
La
conflictividad que esta herencia está llamada a generar, lo pone al próximo
gobierno ante la necesidad de lograr alianzas sólidas a nivel parlamentario que
le ofrezcan la gobernabilidad.
Restaurar este
daño producido exige un nivel muy amplio de credibilidad social. En este
contexto específico que vive el vecino país, un triunfo de Macri o de Scioli no
es una cuestión menor.
Argentina tendrá
que dar vuelta la página de estos 12 años nefastos reviendo hasta su política
de relacionamiento internacional, signada hasta ahora por las simpatías
extraviadas y los caprichos y antojos de la Presidenta.
Tendrá que
restituir el equilibrio de poderes como pide Montesquieu entre el Poder
Ejecutivo, Legislativo y Judicial en una realidad signada por el más vergonzoso
sometimiento de la justicia a los dicterios del Ejecutivo.
Deberá
encarar soluciones ante la caída
sistemática en la producción de hidrocarburos, la escasez de energía, la
creciente importación y la proliferación de los cortes de luz, en una sociedad
que merced al kirchnerismo fue perdiendo masa crítica para pensar en estos
temas y que vive a los codazos mediocres y las piñatas políticas por cargos.
Hoy las empresas
eléctricas se encuentran sin fondos propios para funcionar y dependen de los
recursos del Estado para pagar los sueldos, merced a la ley de emergencia del
año 2002 que condujo a la pesificación y el congelamiento del precio de las
tarifas, desfinanciando a las empresas eléctricas.
Todos los
candidatos reconocen este hecho, pero Cambiemos fue el único que esgrimió una
propuesta concreta. Semanas atrás, Aranguren sostuvo: "Pensamos que las
familias carenciadas que los necesiten van a tener un block de consumo de 150
kilowatts por hora por mes que va a ser gratuito". En otros términos, que
la electricidad no les costará nada, si consumen esa porción. Pero el resto
debería pagar, por lo menos, lo que cuesta llevar la energía a las casas.
Argentina se
encuentra en este aspecto ante la necesidad de fomentar el desarrollo de una
matriz energética donde sus distintas versiones no compitan, sino que se
complementen, de manera que le abriría la puerta al desarrollo de recursos como
la hidroelectricidad y la energía nuclear, pero más aún a los renovables. Esta
no es tarea fácil después de tantos años de ceguera, prepotencia y mezquindad
mediocre desde el poder.
Todos sabemos
que es más fácil destruir que construir y que el peronismo de Menem para acá,
si en algo se especializó es en el boicoteo sistemático de todas las formas de
progreso social, institucional y económico.
Hasta el pelo de las manos, de cabrero se arrancó.
Se la dieron como un zonzo pegadito con saliva.