A veces los fundacionales nos equivocamos cuando hacemos un culto que exalta el pasado.
Perdemos de vista que, por ejemplo, Acuña de Figueroa, autor del Himno Nacional, fue un colaboracionista cisplatino de los brasileros. Dice Real de Azúa que no tenía más remedio y que además, no era un hombre cualquiera, era parte del patriciado de abolengo y sabía a que se exponía, si se ponía en la vereda de enfrente. Supo bailar muchas melodías.
Rescatamos lo bueno de los hombres del pasado y recordamos en Acuña de Figueroa, no solo el Himno patrio, sino también aquellos versos de arrepentimiento «sincero» que tuvo cuando dijo:
El documento, que es lo que piden los historiadores para contar y narrar, no dice todo, porque si bien es cierto que un documento atestigua algo: ¡Quién dijo que lo único que hay que saber es lo que alguien dijo en un papel! El papel aguanta cualquier cosa.
La otra historia, la de la sensibilidad es la difícil, porque es personal.
Se cuenta que cuando la Guerra Civil Española un anarquista quiso escribir la historia de la rebeldía y no la pudo concluir, porque a cierta altura de lo que estaba desarrollando, se dió cuenta de una cosa: No estaba escribiendo la historia de la rebeldía, como él creía inicialmente; estaba narrando la historia de su rebeldía personal.
Así como Antonin Artaud, quiso escribir el Tratado Universal de la Estupidez y no pudo concluirlo, porque a cierta altura se dio cuenta, que también le cabían las generales de la ley, con la historia uruguaya ocurre algo parecido; ni Acuña de Figueroa es un heroe nacional que supo cumplir al grito de tiranos temblad, ni eran 33 los orientales, eran 34.
Se dirá como decía Echevarriarza en la Argentina que los pueblos jovenes precisan necesariamente una «cultura militante», entendiendo por tal, aquella formación cosmopolita que se pone al servicio de una conciencia republicana. Como decía José Pedro Varela: «No conozco República sin republicano».
En esto no podemos perder de vista, que más allá de las necesidades políticas que «la cultura militante» plantea, van a existir tantas culturas y sub culturas, como agentes sociales intervinientes haya. De eso no se daba cuenta Echevarriarza y por eso Varela plantea que la educación tiene que ser laica, gratuita y obligatoria.
El Uruguay fue Banda Oriental y luego Provincia Cisplatina. Gracias a los buenos servicios de Lord Ponsonby, no fue ni lo uno, ni lo otro: Fue Uruguay, un nombre que viene del guaraní, como Paraguay.
Soy un convencido que el triunfo del Frente Amplio no culmina en una invasión argentina, como a primera vista puede parecer, ni en una ingerencia espantosa de Brasil o un dominio casi total de los americanos.
No va a ocurrir eso, porque somos hombres de frontera, donde las banderas bailan.
Tal vez nos cueste asimilar por un tiempo ésta situación, pero no hay que perder de vista que a veces la derrota puede ser una victoria y la victoria una derrota. Si así no fuera, el partido nacional hoy no existiría.
Perdemos de vista que, por ejemplo, Acuña de Figueroa, autor del Himno Nacional, fue un colaboracionista cisplatino de los brasileros. Dice Real de Azúa que no tenía más remedio y que además, no era un hombre cualquiera, era parte del patriciado de abolengo y sabía a que se exponía, si se ponía en la vereda de enfrente. Supo bailar muchas melodías.
Rescatamos lo bueno de los hombres del pasado y recordamos en Acuña de Figueroa, no solo el Himno patrio, sino también aquellos versos de arrepentimiento «sincero» que tuvo cuando dijo:
«Cielito, cielo que si
Cielito de qué sirvió,
Que la boca diga sí,
Cuando el alma dice no.»
La historia se cuenta de muchas formas, es una variante literaria del género narrativo y existen tantas como vencedores de la contienda.Cielito de qué sirvió,
Que la boca diga sí,
Cuando el alma dice no.»
El documento, que es lo que piden los historiadores para contar y narrar, no dice todo, porque si bien es cierto que un documento atestigua algo: ¡Quién dijo que lo único que hay que saber es lo que alguien dijo en un papel! El papel aguanta cualquier cosa.
La otra historia, la de la sensibilidad es la difícil, porque es personal.
Se cuenta que cuando la Guerra Civil Española un anarquista quiso escribir la historia de la rebeldía y no la pudo concluir, porque a cierta altura de lo que estaba desarrollando, se dió cuenta de una cosa: No estaba escribiendo la historia de la rebeldía, como él creía inicialmente; estaba narrando la historia de su rebeldía personal.
Así como Antonin Artaud, quiso escribir el Tratado Universal de la Estupidez y no pudo concluirlo, porque a cierta altura se dio cuenta, que también le cabían las generales de la ley, con la historia uruguaya ocurre algo parecido; ni Acuña de Figueroa es un heroe nacional que supo cumplir al grito de tiranos temblad, ni eran 33 los orientales, eran 34.
Se dirá como decía Echevarriarza en la Argentina que los pueblos jovenes precisan necesariamente una «cultura militante», entendiendo por tal, aquella formación cosmopolita que se pone al servicio de una conciencia republicana. Como decía José Pedro Varela: «No conozco República sin republicano».
En esto no podemos perder de vista, que más allá de las necesidades políticas que «la cultura militante» plantea, van a existir tantas culturas y sub culturas, como agentes sociales intervinientes haya. De eso no se daba cuenta Echevarriarza y por eso Varela plantea que la educación tiene que ser laica, gratuita y obligatoria.
El Uruguay fue Banda Oriental y luego Provincia Cisplatina. Gracias a los buenos servicios de Lord Ponsonby, no fue ni lo uno, ni lo otro: Fue Uruguay, un nombre que viene del guaraní, como Paraguay.
Soy un convencido que el triunfo del Frente Amplio no culmina en una invasión argentina, como a primera vista puede parecer, ni en una ingerencia espantosa de Brasil o un dominio casi total de los americanos.
No va a ocurrir eso, porque somos hombres de frontera, donde las banderas bailan.
Tal vez nos cueste asimilar por un tiempo ésta situación, pero no hay que perder de vista que a veces la derrota puede ser una victoria y la victoria una derrota. Si así no fuera, el partido nacional hoy no existiría.