Ser
honesto, capaz, culto, trabajador y moverse en un mundo con códigos morales que
están como sobre entendidos en la atmósfera moral, es algo positivo, muy bueno,
deseable. A eso apunta el debe ser de las leyes y la educación y hace a la
matriz de la vida, de un mundo con familias integradas.
Pero
cuando la sociedad entra en un estado de desintegración de las matrices
familiares y la convivencia se convierte en un sálvese quien pueda, ser probo,
estudioso, informado, laborioso y manejarse con valores axiológicos, deja de
ser una mera ingenuidad, para convertirse en algo peligroso que puede salirnos
caro. Es como ponerse a hablar de moral en un prostíbulo o decirle a un
delincuente: “Oiga señor, no se da cuenta que está mal robar”.
No
se puede ser ético entre inmorales y gente descompuesta. Es como llevar en la
frente un cartelito: “Haz el bien sin mirar a quien”.
Esto
no es algo que estoy diciendo ahora por la coyuntura política y social que
vivimos y la tragedia que ya se vislumbra en nuestras vidas, sino algo que
sostuve toda mi vida. El problema del Uruguay no es económico, es moral.
Cuando
la convivencia deja de fundarse en valores y todos se miran de reojo, porque
nadie sabe delante de qué clase de personas estamos, los que han querido poner
los árboles al revés, lograron un objetivo; fragmentaron la sociedad, para
poder medrar, más allá de las candilejas.
De
esa situación no se vuelve más a la normalidad. La desperonización en la
Argentina después de 17 años, no alcanzó sus objetivos, porque lo que ésta
gente plantea, no es lucha de clase, sino guerra de inter clase, entre los
diferentes sectores de los trabajadores. Al estilo Perón, cuando decía “Entre
los hombres de libro y los de zapatilla, me quedo con los de zapatilla, porque
tienen algo más grande que la infamia de los letrados, tienen talento
metafísico”.
Frente
a esta atmósfera moral, todos se hacen la misma pregunta: ¿Quién es usted
detrás de usted mismo? Y la puja distributiva entre intereses difusos –inquilino,
propietario, patrón, empleado, vendedor, comprador-, pone en pie de guerra
corporativa a todo el mundo.
Ya
no importa si el otro me hizo o no me hizo nada: socialmente considerado
representa intereses opuestos al mío. Él tira de una cuerda, yo tiro de la otra
y así sea una excelentísima persona, tengo que combatirlo, es mi enemigo de
inter clase.
Este
es el Uruguay que inició Vázquez y que el villista a la peronista de Mujica
Cordano cristalizó. Es lo que van a profundizar, porque los grandes capitales
que están exonerados impositivamente, son quienes los financian.