martes, 28 de octubre de 2014

Algunas conclusiones iniciales sobre las elecciones parlamentarias


        Voy a tratar de sacar algunas conclusiones iniciales sobre lo que ocurrió el domingo 26 de octubre de 2014. Como toda conclusión previa lo que he de decir, está sujeto a futuras correcciones, porque realmente, es difícil de procesar el resultado, pero todos sabemos que cuando las urnas cantan, algo nos están diciendo a todos.
        En primer lugar, viene a mi mente las elecciones del año 84’, cuando el Frente Amplio tuvo el crecimiento vegetativo. Llamaba la atención en aquel entonces, que después de 11 años de dictadura, en donde había cambiado prácticamente, todo en nuestro país, sin embargo el Frente, circuito por circuito, tuvo exactamente, la misma votación que en las elecciones de 1971.
        Los politólogos estaban asombrados, porque las cifras no permitían entender los cambios procesados en la sociedad uruguaya durante 11 años de interrupción de la democracia, en donde existieron 300 mil personas que se fueron del país, nueva generación emergente que no vivió el proceso previo a la caída de la democracia, incluso nuevos hábitos de consumo en la gente.
        ¿Cómo podía ser decían, que estas cifras idénticas a las del 71’, no permitan una lectura de lo ocurrido durante todo este proceso?
        Algo sostenían,  ocultan los números que no permiten extractar conclusiones más allá del crecimiento vegetativo.
        Acá por lo visto sucede algo similar, los resultados de las elecciones confirman una inercia en donde el mapa político de 2009 “parece ser igual” al de 2014.
        Durante estos cinco años pasó mucha agua bajo los puentes, en un país en donde nacen 50 mil niños por año y mueren 50 mil ancianos y en donde además existían 200 mil jóvenes que cumplían al momento de las elecciones 18 años.
        La primera conclusión y esto es algo que debe ser analizado con mayor profundidad que mi análisis a vuela pluma, es que los jóvenes votan igual que los padres.
        La segunda que la merma del partido colorado responde a que su núcleo duro esta en la faja etaria más alta de la sociedad uruguaya y tiene dificultades de captar el voto juvenil.
        A esto hay que agregarle la injerencia inconstitucional del MIDES, cuyos sueldos los pagamos todos, haciéndole ensobrar listas a los pobres y todo el aparato mediático al servicio de la propaganda gubernamental, en un país en donde la prensa la leen los mayores de 50 y el común de la gente se maneja con la televisión.
        Hay que agregar también, que hubo un cambio en la psicología popular y que hoy el voto ciudadano es una decisión que se toma sin discutir con nadie, claro indicador de una sociedad fragmentada socialmente. En otros tiempos la gente discutía con el otro su posición y trataba de convencerlo, hoy está dado por supuesto, que no vale la pena hablar con nadie.
        Esta aparente calma, a mi criterio, es un signo preocupante de intolerancia, porque si bien era malo antes discutir a los gritos, no se ve qué puede tener de bueno el mutismo y la aparente indiferencia, incluso a una altura de la campaña en donde siempre los ánimos estuvieron caldeados.
        ¿Hay un menor compromiso con la cosa pública, un desinterés o un dar por supuesto que el diálogo, la palabra, la propia opinión es la única que vale y no interesa ni escuchar la del otro?
         A su vez y este es el dato más significativo de todos, el Sí a la baja fue votado por la "izquierda frentista" y por eso llega al 47 por ciento, que es la cifra que suma la oposición de los partidos fundacionales.
        De lo que se desprenden dos cosas elementales: "la izquierda frentista", no está de acuerdo con utilizar a los infantos juveniles de brazo político ejecutor y los partidos fundacionales no supieron convencer a toda su gente de la importancia política que tenía votar Sí a la baja.
        No quiero ni pensar la de contradicciones internas que va a tener esa mayoría parlamentaria de la que tanto se jacta "el dotor".
     Como se puede apreciar por estas observaciones iniciales, pese a la aparente estabilidad de las cifras, mucha cosa cambió, más allá de la que uno cree, que los números ocultan.




Todo cambia, 
aunque no lo parezca.