Los que hemos vivido intensamente todas las campañas electorales desde los años 60’ a la fecha, somos como el Diablo, que sabe por Diablo, pero más sabe por viejo.
Hemos también conversado y discutido con veteranos de otra época, que hoy ya no están entre nosotros y tenemos anécdotas de campañas no vividas, pero sintetizadas por la experiencia de otros hombres.
Los años electorales en el Uruguay expresaron siempre, un cierre del ciclo económico.
El Uruguay tiene el Carnaval más largo del mundo y hay quienes dicen que en realidad no dura un mes, sino que aquí, todo el año es Carnaval, como en el tango Siga el Corso.
Como no hay almuerzos, comilonas y chorizadas gratis, pasada la campaña, se viene el ajuste económico.
Eso siempre fue así.
Antes se discutía con contenidos políticos, hoy por hoy, se habla pura y exclusivamente, de cosmética política.
Una fuerza que no hace falta nombrarla, desde que se le cayó la estantería de la ideología y San Pedro abrió el portón, se especializó en la cosmética electoral y entonces recibimos lecciones muy interesantes del espacio político, la táctica, la estrategia, el perfilismo, la base, la cúpula, la gran diferencia entre una discusión puntual y un debate central.
Siempre dije que no eran estrategas, eran extra tetas, porque vivían llorando por la teta para mamar.
Hoy, el que no afana es un gil.
Antes, todos los que participaban en la cosa política tenían, lo que se llamaba, una caracterización de coyuntura. Sin ella no se podía opinar y participar. Nadie largaba perdigonadas al aire, sino que el juicio político estaba fundado en un análisis de coyuntura.
No se concebía participar políticamente, sin tener lecturas básicas del momento, que estaban como sobreentendidas, en los susodichos de los que participaban. O una de tres, o se conocía el subsuelo de la política o se miraba la realidad desde el balcón, o se la balconeaba de afuera con la ñata contra el vidrio.
Los que conocían el sótano de la política, medraban más allá de las Candilejas, los que miraban desde el balcón a la calle le pedían una panorámica a los expertos en coyuntura, y los que vivimos con la ñata apretada al vidrio, colegimos los asuntos a la cola.
Eran otros hombres, los hombres aquellos.
Del comienzo de la democracia en el 85’ para acá, el Uruguay perdió masa crítica para analizar las cosas.
Al final da lo mismo quien se sienta en el Parlamento.
Calentar silla es una cosa, hacer del cargo un polo de generación de opinión pública, es lo difícil. Se necesita caracterización de coyuntura en el momento concreto en el cual se interviene.
Yo pensaba, por ejemplo, que Constanza Moreira, pese a su desvío, tenía un cacho de aquello.
Me equivoque; pasó por la Universidad, pero la Universidad no pasó por ella.
No voy a dar ahora, mi caracterización de la coyuntura actual, por aquello del refrán: No hay que avivar giles; lo que sí quiero transmitir son los posibles escenarios políticos para antes de un mes de las elecciones, porque lo que de ahí resulte es una caja de Pandora; lo más pequeño e inofensivo, puede tener consecuencias devastadoras para alguien.
Yo intuyo para quien. Pero la intuición tiene límites. Le falta la certeza decisiva y por eso hay que suspenderla y agotar los caminos racionales del análisis sistemático.
En principio, como hipótesis tentativa, puede pasar cualquier cosa.
A un mes antes, puede suceder lo de 2009, en donde el gobierno lanza sobre los barrios de la costa todo tipo de anormal y delincuente concebible, como forma de intimidar y decir “Agradezcan que los estamos calmando”. Pasada las elecciones, empiezan a los tiros en sus barrios y un profundo alivio recorre la ciudad.
En ese escenario, a un mes antes del juicio final en política la colada bien manijeada, insulta, agrede, dice cualquier cosa mojándole la oreja a todo hombre que use corbata.
Como plaga de langosta en el acto final de su campaña, corren como caballos desbocados. No votan. Botan. No eligen, tiran una pedrada contra alguien. Es todo lo que saben hacer.
Otro escenario posible, es el de 2004, en donde se llaman a un PPS (Profundo y Prolongado Silencio), logran una votación espectacular y al otro día, saltan de alegría como quien hubiera sacado el 5 de Oro.
A ese escenario, no le veo uña pa’ guitarrero. Ni siquiera aquella capacidad de dar púa.
Otro escenario, el más probable aunque puede que no sea el posible, es una polarización muy grande en Montevideo y una alegría enorme en todos los departamentos del Interior, al ver que ésta gente, no molesta más, exceptuando algunas Intendencias.
Como no está en juego el cargo de Intendente, las elecciones nacionales dan la tónica exacta de a qué espacio político apuntar cuando termine, el presunto o posible, si es que lo hay, balotaje.
Otra constelación de cosas, nada improbable, es la más profunda indiferencia colectiva jamás vista en nuestra historia política, en donde el nivel de anulación y voto en blanco, no tiene parangón en nada comparable.
En ese caso, no es nada improbable que Unidad Popular pueda sacar más de un diputado. ¡Qui lo sá!
El voto en blanco y el anulado que viene creciendo a ritmo vertiginoso desde el 85’ a la fecha, probablemente llegue al clímax de su apogeo.
Mala señal para la democracia, pero muy buena, para la demos gracia.
Sea como sea, alguien va a tener que pagar los platos rotos.
Yo pensé que habían matado el violinista. Me equivoque. También mataron el guitarrero viejo.
