Cuando
eran oposición toda cuestión, hasta el absurdo les venía bien para ver
corrupción donde no la había.
Hoy
argumentan que en las giras en las que hablan con su gente, a nadie le importa
el tema PLUNA. Es evidente, como cualquiera puede apreciar, que de ganar gente
así, van a tener las manos libres para hacer lo que se les dé la gana con los
dineros públicos, porque como al que los vota, ese tema no le interesa, no es
algo que exprese una necesidad popular hondamente sentida.
Esto
es una situación políticamente novedosa.
Cuando
Pedro Bordaberry los interroga, lo único que atisban a contestar es sobre la
situación políticamente difícil de aquel que no puede ir al balotaje. ¡Qué
tiene que ver eso con el tema en cuestión, cuando por el otro lado, se niegan a
un compromiso por la transparencia en la gestión de los asuntos públicos!
Se
ríen de todos nosotros como Calloia y Lorenzo y uno se siente impotente, porque
todo indica que la degradación del
diálogo judicial, en donde ciertos hombres están más allá de las leyes y el
resto paga para que cierta gente dilapide los dineros del contribuyente, es el
inicio, la puerta de entrada, a un tipo de totalitarismo, que tiene legitimidad de origen porque lo votaron, pero gobierna sin legitimidad de ejercicio.
Unidos
a un traidor como Ramírez se prestaron al más bajo juego sucio cuando la
campaña del 99’.
No
se pudo comprobar nada, pero quedó flotando en la atmósfera un aire de desconfianza.
Invirtieron la carga de la prueba y le hicieron creer a cierta gente que todo
blanco y colorado es corrupto hasta que se demuestre lo contrario. Ellos son
otra humanidad diferenciada, otra manera de hacer las cosas.
El
despropósito es tan grande que si bien en el plano conceptual resulta
inadmisible se lo mire por donde sea, en el plano psiquiátrico en que se
manejan, es enteramente comprensible lo que les pasa.
Están
en descomposición, amparados por gente que decidió vivir en la ignominia, que
significa el deshonor y el descrédito de
quien ha perdido el respeto de los demás, a causa de una acción indigna o
vergonzosa.
Siempre
se ha dicho que hay un divorcio entre la base y la dirigencia y que a las bases
no se las suele escuchar, ni dar participación.
En
realidad es falso ese juicio.
En
el Uruguay dirigencia y base, son tal para cual.
Un
tipo de gente que vive en la ignominia es la que aplaude fervorosamente, a esa
dirección descompuesta, que llega al punto en donde queda condenada a hablar
solamente, hacia adentro, porque no puede dirigirse a más nadie.
Estamos
viviendo en un país de 3 millones, trescientos mil habitantes y, por ende, no
poder hablarle a todo el mundo de frente, ya es decir.
Sostenidos,
amparados y protegidos por una fuerza que ha olvidado sus deberes esenciales,
ensancharon el déficit fiscal a un 3,3% del Producto Bruto Interno y Bergara,
muy suelto de cuerpo, dice que eso es gasto social, no se lo puede ver así y
sale a pedir la desindexación de los salarios, para encajarle el ajuste a los
nabos de siempre, los contribuyentes.
Quieren
armar el tinglado político de la mentira, pero muestran la hilacha cada vez que
abren la boca.
Debe
ser por eso que, Tabaré Ramón Vázquez Rosas, no tolera que lo miren seriamente,
fijo a los ojos.
¡Adelante con los faroles!