domingo, 10 de agosto de 2014

Dando la callada por respuesta.

       Cuando eran oposición toda cuestión, hasta el absurdo les venía bien para ver corrupción donde no la había.
       Hoy argumentan que en las giras en las que hablan con su gente, a nadie le importa el tema PLUNA. Es evidente, como cualquiera puede apreciar, que de ganar gente así, van a tener las manos libres para hacer lo que se les dé la gana con los dineros públicos, porque como al que los vota, ese tema no le interesa, no es algo que exprese una necesidad popular hondamente sentida.
       Esto es una situación políticamente novedosa.
     Cuando Pedro Bordaberry los interroga, lo único que atisban a contestar es sobre la situación políticamente difícil de aquel que no puede ir al balotaje. ¡Qué tiene que ver eso con el tema en cuestión, cuando por el otro lado, se niegan a un compromiso por la transparencia en la gestión de los asuntos públicos!
       Se ríen de todos nosotros como Calloia y Lorenzo y uno se siente impotente, porque todo indica que la degradación del diálogo judicial, en donde ciertos hombres están más allá de las leyes y el resto paga para que cierta gente dilapide los dineros del contribuyente, es el inicio, la puerta de entrada, a un tipo de totalitarismo, que tiene legitimidad de origen porque lo votaron, pero gobierna sin legitimidad de ejercicio.
       Unidos a un traidor como Ramírez se prestaron al más bajo juego sucio cuando la campaña del 99’.
       No se pudo comprobar nada, pero quedó flotando en la atmósfera un aire de desconfianza. Invirtieron la carga de la prueba y le hicieron creer a cierta gente que todo blanco y colorado es corrupto hasta que se demuestre lo contrario. Ellos son otra humanidad diferenciada, otra manera de hacer las cosas.
       El despropósito es tan grande que si bien en el plano conceptual resulta inadmisible se lo mire por donde sea, en el plano psiquiátrico en que se manejan, es enteramente comprensible lo que les pasa.
       Están en descomposición, amparados por gente que decidió vivir en la ignominia, que significa  el deshonor y el descrédito de quien ha perdido el respeto de los demás, a causa de una acción indigna o vergonzosa.
       Siempre se ha dicho que hay un divorcio entre la base y la dirigencia y que a las bases no se las suele escuchar, ni dar participación.
       En realidad es falso ese juicio.
       En el Uruguay dirigencia y base, son tal para cual.
     Un tipo de gente que vive en la ignominia es la que aplaude fervorosamente, a esa dirección descompuesta, que llega al punto en donde queda condenada a hablar solamente, hacia adentro, porque no puede dirigirse a más nadie.
       Estamos viviendo en un país de 3 millones, trescientos mil habitantes y, por ende, no poder hablarle a todo el mundo de frente, ya es decir.
       Sostenidos, amparados y protegidos por una fuerza que ha olvidado sus deberes esenciales, ensancharon el déficit fiscal a un 3,3% del Producto Bruto Interno y Bergara, muy suelto de cuerpo, dice que eso es gasto social, no se lo puede ver así y sale a pedir la desindexación de los salarios, para encajarle el ajuste a los nabos de siempre, los contribuyentes.
       Quieren armar el tinglado político de la mentira, pero muestran la hilacha cada vez que abren la boca.

       Debe ser por eso que, Tabaré Ramón Vázquez Rosas, no tolera que lo miren seriamente, fijo a los ojos.


¡Adelante con los faroles!