miércoles, 6 de agosto de 2014

Allá en el Pleistoceno

       En aquella época, allá en el Pleitoceno, cuando ser el Varón del Tango era un orgullo que los pocos tauras que quedamos tenemos, cada cual trataba de mostrar qué carpeta, prontuario, había logrado.
       Eran otros hombres, más hombres, los nuestros.
       Acá no hay buenos y malos, Peñarol y Nacional, blanco y colorado, todos éramos iguales.
       No se conocía, pasta base, ni falopa, los muchachos de antes, no escuchaban cumbia villera.
       Como una nube de mejillas negras un día mi cielo cambió y otros nubarrones, vinieron en el horizonte.
       Me quedé sólo, por la sencilla razón, de que es mejor andar solo que mal acompañado.
       La soledad enseña, fundamentalmente, porque en la vida es el universo entero el que conspira, pero en la soledad no existe más enemigo que uno mismo.
       A mí me importa tres pepinos el pasado de otra persona. Nunca le pregunto a otro de donde viene. Le pregunto para donde va en la vida.
       Esa es la causa por la cual le propuse matrimonio a muchas prostitutas y después, por diversas causas, la cosa no se dio.
       No tengo ese problema, me importa muy poco, tu pasado.