martes, 29 de julio de 2014

Definiciones para esperar la muerte de mi país

        Homero Manzi, días antes de morir escribió Definiciones para esperar mi muerte. Allí confiesa que estuvo siempre acompañado de voces y de colores, “unas generadas en el trajín de la marcha, otras inventadas tras mi propia soledad”.
        Son voces y colores, decía “que juraron acompañarme hasta la muerte”.
        Se salvó porque murió antes de que el tirano depuesto huyera, porque si no, lo hubiéramos tenido viviendo en el Uruguay, como a Discépolo.
        Más apropiado sería, creo yo, que hubiera escrito Definiciones para esperar la muerte de la Argentina, porque si bien es lo más exacto de todo, también hoy es dable escribir las definiciones para esperar la muerte del Uruguay, y como en Macondo, sentarse en la puerta de la propia casa, a esperar que pase la carroza.
        La moral en este sentido, condena lo que la historia condena. A Dorticós lo suicidaron, Allende se suicidó y dicen los íntimos de Juan Domingo, que lloró tres días sin parar cuando el derrocamiento de Allende.
        Todos ellos, de diferentes maneras y distintas modalidades de encarar las cosas, recibieron el abrazo del beso de la muerte, porque el socialismo –la vía chilena al genocidio‑, y la patria socialista del peronismo, ya eran cosa juzgada en los tiempos dorados de Vladivostok, “El Compañero Presidente”, el Duende de Montevideo y la Bella Durmiente que ahora se despereza.
        Se ve que al Uruguay le hizo mal tanta sabiduría, porque no hizo la experiencia de lo inevitable. Ahora la va a hacer.
        Hoy estamos en presencia de algo novedoso: La vía uruguaya a la eutanasia.
        Cuando uno ve que se ataca un día sí y otro también a la Federación Rural, a la Cámara de Comercio, a la Cámara de Industria, a los importadores, los exportadores y los contribuyentes en general, “la burguesía y su servidumbre”, como decía Ernesto Guevara Linch, es porque tienen un programa bien definido de lo que van a hacer.
        De Venezuela los empresarios y los industriales disparaban con sus empleados y de Carmona para acá, el mismo gobierno bolivariano se puso a destruir el parque industrial, para que “la burguesía y su servidumbre no se reproduzca.”.
        Tenían la misma angustia interior que paralizaba a Lenín en silla de ruedas: “¿Por qué la gente sigue comprando y vendiendo?” y ahí vino el tole tole cuando descubrieron que era por culpa de Trotsky.
        “Ojo con el trotsko quiere decir para Huidobro, "alerta naranja que se viene el temporal” y mientras siguen “pa’ lante” a la nicaragüense, los demás decimos “Agárrate Catalina”.
        Cuando se termina, porque al final llega el “Tierra, trágame”, Allende se suicida y Perón llora tres días.
        Aquella era La hora de los hornos, también en el Uruguay. Se vivía en Estado de Sitio,  hasta que los partidos fundacionales supieron poner al Estado en su sitio.
        Hoy el horno no está para bollos.
        Los proyectos de Perón –paga con tiempo, para no pagar con sangre-, y el de Allende a las patadas con las grandes alamedas, son de orientaciones distintas y, si se lo ve desde el punto de vista económico, totalmente opuestos, no porque Juan Domingo simpatizara con otro socialista, como había sido Benito Mussolini, sino porque el peronismo se construye desde la burguesía nacional y no desde “la buguechía”, como quiere José Mujica Cordano.
        El peronismo era preocupante para las inversiones británicas. Cuando le preguntaron a Winston Churchill, que había peleado contra los rusos y contra los nazis, ya anciano, quién era en ese momento su principal enemigo, Churchill sin vacilar contesta, el peronismo argentino. Si viviera diría el peronismo uruguayo.
         Lo de Allende y Chávez sólo le preocupa a algunas inversiones, porque a otras les permite, tener mercado cautivo y dólar planchado.
        A Coca Cola y a los demócratas les importa muy poco la macro economía. “La buguechía”, vernácula les molesta.
        Gobernar “a la peronista” significa jugar un rol pseudo bonapartista entre intereses difusos que viven en perpetua lucha “por la puja distributiva”. No es capitalismo de estado, no es el nazi fascismo, es un error decir eso, antes bien es un capitalismo de amigos. Es saber intervenir con las fuerzas vivas que mueven la economía y operar con las fuerzas que están de vivas.
        Siempre me llamó la atención como puede ser que si a Perón se lo derrocó desde aquí, desde aquí nada menos, no se sepa caracterizar con exactitud a esta gente.
        Un modelo “a la bolivariana” es otra cosha, como diría Seregni. Se necesita recibir el visto bueno de allá lejos, para gobernar contra los trabajadores y los empresarios y repatriar divisas sin clausulas gatillo, plazos o metas.
        Aquí tuvimos en estos diez años, dos preclaros que allá lejos son Gardel, cantando “Rubias de New York”, aquí cuando vienen también son Gardel, pero cantando “Cuesta Abajo”, con la vergüenza de haber sido socialistas y el dolor de ya no serlo.
        La tienen clara. Para que no les pase lo de Allende traen a Bush, y para que no les ocurra lo de Juan Domingo, convencieron a la filigresía de que Cristo era frenteamplista, porque si no, se venía un Domingo siete.
        Recién entonces, con el rabo bien atado y las espaldas cubiertas, tienen luz verde para emprenderla contra la clase media y los trabajadores. Es un fenómeno el muchachito.
        ¡Qué los ricos financien nuestra lucha! ¿Verdad? Y que los trabajadores de corbata se fumen la diferencia.
        Estos aprendices de Galeano encontraron una nueva fórmula para prosperar: Combata la pobreza, insulte a un hombre de familia constituida y vote la taba, que siempre saca culo.
        Con un modelo de país, que claramente no es “a la peronista”, tampoco es claro, aunque lo parece bastante “a la bolivariana” y que se maneja a la que te criaste”, asigún, como diría el paisano, sólo restan las definiciones oncológicas para determinar el momento exacto de la eutanasia.
        La dinastía de los Castro’s –duro recordatorio de lo que no hay que hacer-, les dio un beso y los bendijo fraternalmente, como a tantos otros, que así les fue.
        Gracias, Fidel.
        Cuando el socio local no está ni ahí, solo cabe decir: “Fidel, seguro, a los bolches dale duro”.
        Hoy la muerte lame las paredes y da igual morir al doblar una esquina que en un hospital. 

        Evidentemente, aquí hay iluminados que saben cómo se ASSE.



Cuesta Abajo EL URUGUAY NO SE DETIENE