Leí
su artículo en el prestigioso semanario “Búsqueda” de mi país y quedé,
realmente se lo digo, anonadado, por la suma de simplificaciones que usted
vierte en él.
Yo
por usted siento un gran aprecio: por su talento para escribir, por su vasta
cultura y por la capacidad de emitir juicios que son de recibo a la hora de
tratar de entender diversas cuestiones del panorama mundial.
Pero
en ese artículo “El ejemplo uruguayo” creo que a usted le está haciendo falta
mayor información, tanto del contexto uruguayo actual, como de los temas que
aborda, porque si de algo es ejemplo el Uruguay en este momento, es
precisamente de lo que no hay que hacer.
Aquí
nadie discute que la libertad tiene sus riesgos y que si creemos en ella hay
que estar dispuesto a correrlos. Los uruguayos hemos tenido a un gran filósofo
como fue Carlos Vaz Ferreira que nos enseñó, que los problemas de la libertad
se resuelven con más libertad, no con menos libertad. El alcoholismo, por
ejemplo, no se resuelve con menos libertad prohibiendo la bebida –Ley Seca-,
sino con más libertad, permitiendo la venta libre de alcohol y así
sucesivamente en todos los temas, Vaz Ferreira demostraba que en esa supuesta
debilidad que las almas tutoriales le reprochan al liberalismo, está
precisamente su fortaleza. Si es ese el espíritu de su mensaje, en eso estamos
de acuerdo. En donde no coincidimos es en la manera de hacer las cosas, porque no es inocente el modo en que se
procede, en el contexto que estamos viviendo.
No
tiene nada de admirable como usted piensa que tanto el matrimonio gay, como la
legalización de la marihuana haya sido inspirada por quien en su momento se
levantó en armas contra un gobierno electo por la ciudadanía. Ese movimiento
que usted ahora no sabe caracterizar, porque piensa que era uno de los tantos
movimientos castristas, no estaba inspirado en Cuba como usted cree, sino en el
Frente Argelino de Liberación y tenía como libro de cabecera de su fundador,
Raúl Sendic, “Los Condenados de la Tierra” de Franz Fanón. Trabajaban para una
insurrección al estilo trotskista –un arte de la insurrección-, en un proceso
muy similar al de aquella película que hizo época, “La Batalla de Argel” de Gillo
Pontecorvo. Ese es Vargas Llosa, no le quepa duda, el marco teórico de esta
gente, lo que Mario Benedetti llamaba “el terrorismo de la verdad” y Carlos
Real de Azúa “hacer política con armas” al estilo de los anarquistas tipo
Enrico Malatesta y su “propaganda del hecho”.
De
castristas lo único que tenían eran las Actas Tupamaras con capítulos enteros
tomados en forma íntegra, sin elaboración ninguna de aquel libro de Regis
Debray “Revolución en la Revolución”. Buscaban la Sierra Maestra uruguaya y
como no la encontraron en el ataque a la ciudad de Pando, creyeron encontrarla
en las cloacas. Pero más allá de eso Vargas Llosa estamos hablando de gente con
un casi nulo nivel teórico, de una bajísima comprensión intelectual que se
unificaba exclusivamente al grito de: “La palabra me divide, la acción me une”.
En
el resto de América Latina las guerrillas eran castristas o filo castristas, en
el Uruguay, entraron en crisis con Amodio Pérez porque empezaron a manejarse
con “El mini manual del guerrillero urbano” de Carlos Marighela, que como todos
sabemos es un libro para expertos en sabotaje.
Vargas
Llosa, usted es un hombre culto, que sabe lo que se llama saber, no puede tener
entonces en el tema Uruguay una visión tan simplista y esquemática.
Vargas
Llosa, no están arrepentidos de las barbaridades que hicieron, sino de las
fallas técnicas que condujeron a su caída.
No
supieron entender que “las tareas democrático-burguesas, son mis tareas, no
tarea de eso”, como decía Lenín y por ahí arranca su participación en la vida
política democrática, como algo táctico, a la espera de condiciones subjetivas
más propicias: dirección, organización y conciencia.
Vargas
Llosa, no sea ingenuo, por favor.
En
ningún momento los tupamaros se propusieron formar un partido único, en el sentido
vertical estaliniano, sino un Movimiento de Liberación Anti Colonial, en el
marco de frentes de fachada que porque sólo declaran que son buenos, que
quieren el socialismo y el bien del pueblo a la larga caen purgados, mientras
los que “hacen”, los que están en “la concretita” son los que ejercen realmente,
la dinámica del proceso de cambio. Toda una generación de uruguayos fue
condenada a desaparecer por culpa de esto.
Parecen
sacados de una purga del año 39’, pero corriendo hacia adelante. No son pobres,
sino pobristas, que es otra cosa y Mujica Cordano es un ejemplo de pobrismo “rico”
para incautos. No es culto, es aculturado.
El
hombre culto es aquel que se formó en una rigurosa disciplina de estudio y
trabajo hasta alcanzar un nivel de excelencia en lo que hace, en cambio el
aculturado es aquel que la vida le peloto su incapacidad desde todos los
ángulos.
El
pobre, Vargas Llosa es una cosa muy
concreta, en cambio el pobrista es otra bien distinta. Si usted
convierte un aculturado en un pobrista puede estar delante de un comandante “Facundo”
o cualquier otra cosa, pero no ha de estar en frente de un hombre íntegro, sino
de un vulgar y silvestre filisteo, que como te dice una cosa, te dice la otra.
Vargas
Llosa, me extraña que usted que es realmente un hombre culto, no sepa
distinguir la diferencia entre culto y aculturado, entre pobre y pobrista.
Vargas
Llosa, el Uruguay fue la “Suiza de América” en su tiempo, porque la comunidad
suiza, desde el departamento de Colonia jugó un rol esencial en la conformación
del sistema financiero uruguayo, en los tiempos de José Batlle y Ordoñez.
Sistema financiero éste, que los tupamaros y sus amigos de “La Cámpora” quieren
destruir. Ellos siempre estuvieron contra “La Suiza de América”, porque ignoran
tanto el país real, como el rol que Uruguay juega en la Cuenca del Plata.
Vargas
Llosa, si el Uruguay tuvo el nivel educativo que tuvo, fue gracias a José Pedro
Varela, Ministro de Educación del gobierno de Latorre. El batllismo enemigo de
Latorre, sin embargo defendió la reforma vareliana. Por eso hubo educación popular,
no por otra causa.
Vargas
Llosa, el Uruguay en los años 60’ era una isla diferente en América Latina,
pero con una piedra en el zapato que venía de la Facultad de Arquitectura y
toda una ola de castrismo, que condujo a los mismos cubanos a traer al Che
Guevara al Paraninfo de la Universidad de la República para que los calme. El
Che Guevara les dijo “defiendan lo que ustedes tienen, la democracia y la
libertad porque eso es lo que tienen que conquistar otros en América Latina” y
le chiflaron y le dijeron de todo.
Vargas
Llosa, la sociedad uruguaya se deterioró a fines de los 60’, porque ésta gente
te lo decía abiertamente: “hay que podrirla, bien podrida”; “hay que
fascistizar al enemigo para combatirlo mejor”, “hay que sacarles la careta
liberal”.
Por
favor, Vargas Llosa, no sea ingenuo. Hicieron del “dale, comprometéte”, un
motivo de polarización política en todos los ámbitos en que se movían, porque
esa era la forma de reclutar combatientes, en un país que estaba en ese momento
en estado de Asamblea.
Vargas
Llosa, con respecto al tema homosexual, los tupamaros eran heterosexuales y
heterosexistas. Tomaron esa determinación para ganar un electorado nuevo. Nadie
está contra la unión libre, aquí lo que se cuestiona es el instituto jurídico
matrimonio, que como todos sabemos viene del latín (matrix-madre,
monio-defensa) ¿Qué tiene que ver, dígame, la defensa de la madre en la unión
entre dos hombres o dos mujeres?
Vargas
Llosa, nadie está afirmando que la represión de las drogas sea lo mejor, lo que
se está diciendo es que esa ley, al reglamentar la distribución de la
marihuana, está creando una sub mafia que le sirve de cobertura a las familias
mafiosas que están en eso. Si la marihuana se vendiera como el vino o el
tabaco, no habría ningún problema, el tema empieza cuando el gobierno se mete
en el tema a medrar.
La
marihuana, estimado Vargas Llosa va a venir de Paraguay, porque allí se vende, cinco
veces más barato que aquí y lo que están haciendo es una fachada legalizadora
para encubrir un negociado gigantesco.
El
Uruguay, Vargas Llosa, es un ejemplo clarísimo de lo que no hay que hacer,
empezando por el hecho simple de que tres millones, trescientos mil habitantes,
tenemos la misma dignidad ontológica que usted o cualquier otro y no tenemos
por qué ser experimento o conejillo de indias de nadie.