viernes, 20 de diciembre de 2013

Las consecuencias que devienen de la liberación de la marihuana.

       Cuando se analiza el tema de la legalización de la venta de marihuana desde el punto de vista de las consecuencias indirectas que ha de traer aparejado, es cuando se constata la enormidad ante la que estamos lanzados.
       En principio, en un país con el tráfico sobresaturado y con un parque automotriz que está más allá de la capacidad urbana que Montevideo tiene para transitar, en donde quien maneja debe cuidarse por él y por el otro, porque de nada sirve tener razón y llevársela a la tumba, lo primero que va a generar la venta libre de marihuana es una mayor cantidad de accidentes automovilísticos.
       Los inspectores que son resistidos y que además no dan abasto van a tener que realizar un nuevo control, ante el cual no está claro qué mecanismos han de utilizar para tal fin y si a esto se le agrega que el fumador de marihuana bien puede ser el que maneja una moto o un carrito, salir a la calle y volver con vida se va a convertir en una proeza tan cotidiana, como meritoria.
       Para liberar la marihuana en un esquema como el que plantea la ley en donde el Estado es el que controla todo el proceso, se precisa tomar gente y preparar funcionarios aleccionados para tal fin. Este es un año en donde ya no se pueden votar partidas presupuestales adicionales y por ende, cuando la marihuana se ponga a la venta, el Estado tendrá que llevar a cabo todos esos controles con el mismo personal que hoy tiene. Estamos hablando de un gobierno que reconoce que no puede controlar a las barras bravas a nivel futbolístico, no se entiende por ende, de qué manera con el mismo personal que hoy tiene, puede controlar el narcotráfico. Es la misma situación de aquel que cuando va a un gimnasio a levantar pesas, no puede con mancuernas de 10 kilos en cada mano y pide que le den pesas de 40 kilos. Es algo que está en la tapa del libro, el que no puede con lo menos, menos puede con lo más.
       A esto se agrega el contexto regional en el cual esta ley entra en vigencia. En la Argentina los obispos están preocupados, y en la Conferencia Episcopal dicen sin ambages que "la Argentina está corriendo el riesgo de pasar a una situación de difícil retorno"; constatan que el narcotráfico destruye la matriz social, porque la gente para sobrevivir, termina en un proceso de descomposición colectiva, negando las razones del vivir. Al final, la mayoría no sobrevive, sobre muere como ayudante del negocio. Lo que no dicen los obispos es que el drama de la droga y el narcotráfico está en el hecho de que la economía funciona en torno a eso. Termina siendo el único generador de empleo directo y accesible para una sociedad inculta y sin ninguna preparación, en un mundo en donde los puestos de trabajo, por sencillos que sean, exigen una alta calificación.
       Si al respecto se tienen en cuenta las facilidades impositivas que el gobierno le ha de dar a los cultivadores de marihuana, cualquiera entiende que de ahora en más carece de total sentido plantar lechuga, zapallito o acelga. No hay un solo producto agropecuario que tenga el retorno que puede alcanzar la droga.
       El escenario que se abre es catastrófico porque la presión internacional de gente, que ya estamos viendo en la prensa internacional que se derrite por venir al Uruguay, va a generar por la vía de los hechos una situación dada que es después prácticamente imposible de revertir, por más que el gobierno diga que los no residentes no tendrán acceso a la marihuana. Así como hay hoteles para el turismo gay, ya se están preparando para este nuevo tipo de turismo; el sistema de blanqueo de la operativa es tan sencillo, como inoperante un Estado que ni siquiera tiene gente capacitada y con experiencia concreta en el manejo de esta realidad nueva.
       Decir, como dice Luis Gallo que todo esto no tiene importancia porque el Uruguay es un país de paso, empieza siendo una provocación a los vecinos –ya Brasil se arrogó el derecho de entrometerse en lo que Uruguay está haciendo- y no deja de ser una verdadera estupidez. Que un lugar sea de pasada, no le quita peligrosidad a una cosa, sino que la agrava, por la sencilla razón de que nuestro país termina siendo cabeza de playa para operar desde aquí, hacia el resto del mundo. Los intereses creados que eso genera los vuelve en poco tiempo un poder paralelo, más fuerte que el poder existente. Si hoy los narcotraficantes buscan al Uruguay como un país de refugio es impensable a donde se puede llegar no bien la marihuana comience a venderse.
       Independientemente de todo esto hay otro hecho. El gobierno dice que va a competir con el narcotráfico porque testifica en el mercado con un producto más barato y de calidad. Lo que no dice es que la marihuana producida en Paraguay, de bajo precio, inundará el mercado uruguayo apenas se reglamente la ley que legalizó el consumo de esa droga. Paraguay es el segundo productor de marihuana en América detrás de México y el tráfico de ella hacia Uruguay será muy difícil de combatir o detener por falta de infraestructura para el control por aire, agua y tierra. La marihuana crece mejor en Paraguay que aquí y por lo tanto, es falso que se puede generar un mejor producto en suelo uruguayo o que la trazabilidad semilla por semilla permita un control de lo que se cultiva, porque cualquier plantío se va a convertir en la fachada para la distribución de la marihuana de calidad, esto es, de la paraguaya.
       Con respecto al precio se miente también, porque en Paraguay ronda en los 60 dólares por kilo y en el Uruguay va a estar en los 300 dólares.
       Cuando se analiza el tema fríamente por sus concomitancias últimas es cuando se percibe fácilmente que no es para nada transparente ni la ley, ni su reglamentación y que tampoco hay mucha buena fe, en lo que el gobierno está haciendo.

      Más allá de estas reflexiones, el narco argentino no lo precisa al Uruguay,  ya tienen montada su estructura en gran escala, pero en Brasil están preocupados.