Hoy tenés el mate lleno de infelices
ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas
y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus
locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras
pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu
pobre corazón.
Carlos Gardel, José Razzano,
y letra de Celedonio Flores. Mano a mano.
Hibris
o Hybris es una palabra griega que se puede traducir como desmesura o confianza
exagerada en sí mismo cuando se ostenta el poder.
Se
refiere a ese tipo de mandatario que borracho de éxito entra en un estado de
soberbia, esto es, la actitud de aquel que
quiere parecerse a los dioses.
El
hombre, para los griegos, cuando pierde la humildad y la moderación renuncia a
la medida que las cosas exigen para ser abordadas y comprendidas. Lo que en la
tradición cristiana se considera un pecado capital, la soberbia, para los
griegos era el síndrome de Hibris.
En
el caso del síndrome de Hibris es algo más que una soberbia o un mero querer
parecerse a los dioses, es una forma de soberbia contumaz, esto es, la del
gobernante que sabe a conciencia que está haciendo el mal e igual persiste
enfurecido por imponer sus prerrogativas de poder. Contumacia quiere decir, obstinación
en el error.
El
síndrome es propio de los abusadores que llegan a cometer vejaciones y acciones
crueles hacia los que, según su parecer, están “por debajo de ellos.” Héroes militares, políticos, directivos de
empresa, todos ellos pueden padecer lo que actualmente se denomina síndrome o
mal de Hibris, un trastorno de carácter paranoico que se inicia desde un auto
culto a la propia personalidad y degenera en una estulticia acentuada.
Estulticia es una mediocridad enceguecida en el marco de un fanatismo mediocre
o la conjunción de ambas cosas; es una forma de necedad que radica en no querer aprender.
Los
componentes que caracterizan este síndrome según la psiquiatría actual son que
quienes lo padecen denotan una confianza desmedida en sí mismos; son impulsivos
e imprudentes; se sienten superiores a los demás; le otorgan una desmedida
importancia a su imagen; ostentan sus lujos; son excéntricos; se preocupan
porque sus rivales sean vencidos a costa de cualquier cosa –vamos por todo‑; no
escuchan a los demás; son monotemáticos (todo ronda en tono suyo); se sienten
iluminados –quieren refundar todo lo que abordan- y aunque fallan, no lo reconocen,
siempre son otros los que han hecho mal las cosas.
Cuando
pierden el poder caen en una profunda depresión.
El
proceso que sigue el síndrome de Hibris es el siguiente. Cuando llegan al poder
están rodeados de aduladores. Todos los éxitos le son propios y los fracasos la
consecuencia de una suerte de “herencia maldita” que viene de atrás.
Luego
entran una fase en donde todo lo que dicen, sienten y piensan no puede ser
cuestionado, ni ponerse en entredicho. Creen que son infalibles e
insustituibles. Van relegando al ostracismo a todo aquel que se les opone.
Comienzan
entonces a vivir en una burbuja, en donde el mundo se divide en ganadores y
perdedores y a partir de allí temen
perder el estatus de triunfadores y son capaces de cualquier felonía moral para
mantener esa determinación. El fraude, la tergiversación de los hechos,
amenazar a los otros poderes del estado y causar daños irreparables a quienes
están por debajo de ellos, carece de la más mínima importancia a su criterio.
Lo único que les importa es mantener el poder.
Era
Montesquieu quien decía que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente y en criollo decimos que “si
quieres saber quién es Pedrito, dale un carguito”.
El
síndrome de Hibris empieza cuando el mandatario o la mandataria ya no pueden
darle la razón a nadie, porque ya no son capaces de razonar.
Es
realmente imposible imaginar lo que puede sentir alguien que lo ha tenido todo,
y que de pronto se encuentra en cuestión de horas, ninguneado y despreciado por
aquellos que antes le rendían pleitesía: son como esos aviadores de la época de
los hermanos Wright que cuando subían a una nube perdían la noción de altura y
terminaban estallándose contra una columna. Es una mujer que está tan alto que ya no quiere hablar con suplentes, perdiendo de vista que en un país, nada menos que como Argentina, hay 40 millones de suplentes. Argentina, lo sabemos todos, no es un país de equilibrados, sino más bien un país de equilibristas. No quiero ni pensar, lo que va a ser estos dos últimos años con una cosa así en el poder. Si se quiere extraer conclusiones de carácter teórico y conceptual hay que decir algo más. En México, por ejemplo, tienen claro que la reelección es inmoral por naturaleza, porque sirve para blanquear el robo inicial y hacer durar las cosas hasta que el delito comience a precluir y lo que la realidad argentina indica es que si la reelección en sí le ha hecho un mal enorme a ese país al desbalancear los poderes del estado generando un presidencialismo abusivo, la re-reelección es entrar en las puertas del infierno del Dante. Cuando se llega a eso por la vía del menemismo o del progresismo -da igual- es cuando las cosas no dan para más, todos lo saben, lo registran y lo ven, menos ellos.
La
pobrecita, como en los versos de Carriego, no aguantó más y cayó desmayada, inconsciente,
con su piernas en el piso, viendo que todo parecía caerse a su mirada.
La
cruda verdad no trascendió a los medios,
pero lo cierto es que sufrió un desmayo y fue internada en el Otamendi en el
más estricto secreto y se le hicieron varios estudios, entre estos los de resonancia
magnética.
Chiche
Duhalde estaba al tanto de lo que ocurría y por eso para salvar la situación
del peronismo hace esas declaraciones de carácter sexista según la cual, ahora
venimos enterarnos que las mujeres no son para la política. Pero la crisis del
peronismo es de fondo, porque si como dice Chiche Duhalde las mujeres no
sirven, a santo de qué tanto culto a esa otra enferma de poder que se llamó Eva
Perón.
El tema de fondo acá, conociendo, como bien se sabe, que el área más sensible de los argentinos, es la zona glútea, es qué va a ocurrir con la inflación con una cosa así en el poder.
El tema de fondo acá, conociendo, como bien se sabe, que el área más sensible de los argentinos, es la zona glútea, es qué va a ocurrir con la inflación con una cosa así en el poder.