Por cierto debe existir un vasto fondo de estupidez en la naturaleza humana, pues de lo contrario los hombres no caerían mil veces en la misma trampa; y aun mientras recuerdan sus infortunios pasados, siguen cortejando y alentando las causas que los han perjudicado, y que los volverán a perjudicar.
- Cato's Letters, enero de 1721
Entender la realidad económica actual del Uruguay es una operación bastante confusa, por la cantidad de señales opuestas que se emiten. Una situación en donde cada bando de los que hoy polariza al electorado, puede elegir tranquilamente, aquellas señales que le convienen.
Trataré por lo tanto de unificar un concepto claro y centralizador, aunque las brumas del pensamiento de los triunfadores en los recientes comicios, no deje ver más allá de su retórica exitista. Abrir un poro en la niebla de la comprensión, suele ser el paso previo, para ir saliendo de esta hipnosis colectiva que ha invadido a buena parte de la sociedad uruguaya.
Por un lado tenemos que la competitividad comercial y la rentabilidad del negocio de los empresarios exportadores, viene en descenso desde que asumió Tabaré Ramón Vázquez Rosas la Presidencia de la República y, que durante los últimos seis meses de 2009, no solo no se revirtió esa situación, sino que cayó todos los meses. Este descenso de la competitividad uruguaya es de un 8,71 % en lo que va de este año que finaliza.
Todos sabemos que aunque la actividad vuelva a crecer, la competitividad seguirá afectada por el retraso cambiario. También sabemos que eso no se soluciona con paliativos, como eliminar los aportes patronales para la contratación de jóvenes en las empresas y cosas así, mientras la inflación en pesos siga subiendo
Si bien la demanda crece hay demasiados actores para ese crecimiento. Se avecina una época mucho más competitiva, con el palo en la rueda de un dólar planchado y la rigidez que tienen los costos para bajar.
La industria puede irse recuperando, pero habrán ramas que reducirán igualmente su producción, mientras que otras no lograran recuperar lo perdido con este retraso. Aquellos que trabajan con la región son quienes más verán afectados los costos en mano de obra, energía y rubros no transables.
En un entorno económico en donde el peso uruguayo se revalorizó casi un 25% durante el 2009, la única situación regional que lo salva es la apreciación que registró el real brasilero. Según el informe de Goldman Sachs, el real es la divisa “más sobrevalorada del mundo”, razón ésta por la cual, no puede llamar la atención que las ventas a Brasil signifiquen un 20% de las exportaciones y el turismo brasilero sea quien lidera la temporada uruguaya. Para los argentinos, en cambio, el Uruguay es un 42% más caro, de lo que ya era el año pasado.
En enero de 2009 a un argentino le daban seis pesos uruguayos por cada unidad porteña que cambiaba, pero en la temporada 2010, la baja del dólar perjudicó su tipo de cambio y solo reciben 4,5 uruguayos, por cada peso argentino.
El impacto no es menor. Las ventas al exterior de carne bovina congelada -el rubro central de exportación- cayó 16, 46% entre 2009 y 2008, esto es, visto en cifras 147 millones de dólares menos. En el caso de la carne bovina fresca la caída fue mayor, -32,9%, los cueros -42,11% y la carne ovina -52,54%.
En tanto las solicitudes de envíos a seguro de paro, llegaba a la cifra de 7.362 trabajadores en diciembre. Si a esto se le suma que al cierre del año 2009, la cantidad de trabajadores que recibían el subsidio por desempleo sumaba 23.221, se puede constatar fácilmente que el panorama para la mano de obra uruguaya es crítico, fundamentalmente, para el sector de la construcción con 5.839 menos; la industria manufacturera con 4.168 personas en el seguro vinculadas la mayoría a industrias textiles, de fabricación de prendas de vestir, curtiembres y empresas panificadoras; el comercio con 3.351 trabajadores menos y el transporte y almacenamiento con 1.126 en seguro de paro.
Hay que tener en cuenta que la crisis financiera y el proteccionismo de los países a quienes Uruguay exporta, al que más afecta es al sector que vive de la demanda externa, tanto en productos –exportadores‑ como en servicios –turismo‑.
Aquí hay que considerar una cosa muy simple: Los ingresos que reciben por las ventas los exportadores y el turismo, son en dólares, pero la mayoría de los costos operativos son en moneda uruguaya. De esta forma, si desciende la cotización del dólar, eso genera que los ingresos que perciben en moneda extranjera cubra menos gastos y la rentabilidad de dichos emprendimientos comience a disminuir. En el 2009, las exportaciones cayeron hacia todos los bloques comerciales que existen como destino de los productos uruguayos.
A su vez, los salarios medidos en dólares crecieron en un 30 por ciento. Como se puede apreciar, el Uruguay se encuentra en una situación que favorece exclusivamente al otro sector, al de los importadores, dado que tienen sus costos operativos en un dólar que baja y se encuentran con una apreciación del salario –mayor poder de compra‑ de un 30 por ciento. Desde que me conozco a mí mismo, esta situación se le llama “plata dulce”, dado que realiza el milagro que permite adquirir más barato todo lo importado y torna inaccesible para el empleador, la mano de obra nacional. No obstante esa situación salarial medida en dólares, la realidad indica que el sector importador igualmente se vio afectado: Las compras al exterior cayeron 17,62% entre enero y diciembre al totalizar 4.623 millones de dólares en 2009 o sea 989 millones menos que el año anterior. Todo esto en el marco de un dólar planchado que baja de precio, hasta sus niveles más bajos en 36 años, para un aumento de precios del 6 % en lo que va de 2009.
El Gobierno, que ha evidenciado hasta el hartazgo su infinita capacidad de poner a la evidencia en jaque y tapar, como diría el paisano “el cielo con un harnero”, ha venido demostrando un furibundo, un feroz, un cerval miedo a la verdad. Para el Gobierno, un país que como el Uruguay si no vende calidad desaparece del mapa, dado que su pequeñez e insignificancia en cada mercado mundial, vuelve prohibitivo producir en grandes cantidades industriales, tiene que transformarse, no se sabe bien bajo qué alquimia esotérica, en un productor en serie y a la misma escala de los gigantes industriales, para así “abaratar los costos”. Para estos iluminados, el reclamo por el tipo de cambio es cosa de un sector que siempre insiste con lo mismo y, por ende, no es relevante a los efectos, como si los exportadores y el turismo, fueran algo similar a los funcionarios de las multinacionales o el personal de las embajadas que perciben sus ingresos en dólares.
El novel Ministro de Industria Roberto Kreimerman -subsecretario de esa Cartera- habla un lenguaje sub realista. Para él, la pérdida de competitividad no se la puede ver por el retraso cambiario, sino por el cambio de precios y la depreciación internacional del dólar. La disparidad que todos estamos viendo como catastrófica fundamentalmente, para las pequeñas empresas, para quienes todo es más caro hasta por una cuestión de escala, es algo meramente relativo, porque al fin y al cabo, uno no compite solo. Lo de Uruguay, para él, sería una pequeña pérdida de competitividad
Además, mienten a sabiendas, porque mientras las otras monedas significativas se mantuvieron, ellos ex profeso bajaron en 3 puntos la cotización del dólar. Es mentira que el Uruguay tenga un 16 % el tipo de cambio real por debajo de su promedio histórico, por el hecho de que el dólar caiga a nivel internacional. Lo desmiente la región, a saber, Argentina y Brasil. Igual que en los tiempos de la tablita de Arismendi, la culpa de todo es internacional y los marcianos, somos nosotros.
Toda esta campaña exitista que estamos viendo en la prensa reposa en los “paquetes fiscales” de ayuda para evitar contracciones importantes de la actividad. Es el sector público, el que a corto plazo y poseyendo capacidad de endeudamiento, sostiene la demanda en base al aumento de su gasto. Si el Producto Bruto Interno (PIB) se expandió en un 1,7% fue a consecuencia del crecimiento de 0,3% de todo el resto, esto es, el sector privado. Si este sector, como estamos viendo, está estancado y en caída, es porque no hubo crecimiento del Producto Bruto Interno, propiamente dicho, como se afirma, sino un vulgar y sencillo aumento del sector público. Es una política con los días contados, en donde para contraer el volumen de gasto y repagar esa deuda, el ajuste ha de recaer sobre los hombros de los trabajadores. El buque insignia, el pato de la boda, parecen ser los trabajadores del Estado.
La actividad ya está recalentada y eso se palpa en la reducción de la inversión privada de un 32% en los últimos 9 meses, por pérdida de rentabilidad. El crecimiento que la prensa festeja es precisamente esa burbuja. Aquí es donde se ve con nitidez el divorcio de la economía uruguaya entre el sector público y el privado.
El gasto total en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en los organismos de contralor, de la educación y del artículo 220 de la Constitución, fue de $ 120.611 millones de pesos en 2009, lo que en dólares significa U$S 5.348 millones. Esa cifra incluye los desembolsos financieros del Estado, subsidios y subvenciones, así como transferencias a la seguridad social, diversos créditos, entre otros conceptos. El aumento de los egresos totales fue de casi 39% en términos reales en el año electoral. En cada uno de los ítems que componen el presupuesto global del gobierno central se dio un aumento del gasto en 2009 en términos reales: “retribuciones”, 17,1%; “materiales, servicios no personales y otros gastos” 64,6%; y “suministros” 2,7%. Las dos primeras categorías representan casi el 97% de todo el gasto de funcionamiento, mientras que los suministros (gastos de alquileres, electricidad, combustible, agua, teléfono y gas) significan apenas un 3% del total.
Mientras el público expandió su gasto en 400 millones de dólares, el sector privado lo contrajo en 1.663 millones. Esto afectó a un 5% del Producto Bruto Interno.
A este panorama hay que agregarle la caída de la inversión extranjera en un 51,6%.
Esto se da en un contexto muy claro: La deuda pública bruta uruguaya aumentó en los últimos años y a setiembre de 2009 se ubicó en 19.943 millones de dólares, según cifras publicadas por el Banco Central del Uruguay, monto este que equivale, para tener una idea de lo que significa, el 65% del Producto Bruto Interno.
Todo esto conduce inevitablemente a la necesidad de tener un dólar barato para sostener esa expansión descomunal del sector público. En este contexto, poner la cotización del dólar en un valor racional conduce inmediatamente a dificultades fiscales, tanto en las tarifas públicas, como en los mecanismos indexatorios, que regulan el salario y las pasividades.
El Uruguay es muy chico en el mundo y por delante tiene la burbuja brasilera a la que está ahora, en gran parte nominalmente adscripto y el barranca abajo argentino, para el cual por lo visto esta vez, será asistido. El futuro, por tanto, ante ese escenario externo y su combinación, puede ser una caja de sorpresas, fundamentalmente por el desplome argentino y la necesidad de los organismos multilaterales –FMI, BID, Banco Mundial‑ de evitar en un punto estratégico del Estuario del Plata, el otrora efecto contagio, a modo de darle tiempo y margen de maniobra a las multinacionales que operan en esa “economía de rapiña” que se llama República Argentina. Más allá de esta ponderable regional, el camino no parece ser florido y dista mucho de esa imagen exitista que el Gobierno y la prensa adicta quiere dar.
El comienzo del fin
Las cuatro palabras más costosas de nuestra lengua son: "Esta vez será diferente"
Sir John Templeton
Si se tiene en cuenta que en agosto de 2002, el dólar de 14, saltó a 34 y luego comenzó a bajar, cualquiera entiende que en 7 años y medio después, con todos los aumentos en tarifas, salarios y precios que hubieron, el retraso cambiario está en un nivel muchísimo más grande que en aquel trágico momento. El hecho de que el dólar sea bajado ex profeso, a los únicos que favorecen es a las empresas norteamericanas que cada vez venden más barata su producción. En un mundo donde las nuevas regulaciones y el proteccionismo campean, es una acción suicida que nadie que esté en su sano juicio suele auspiciar y menos aplicar.
Durante el período que va de 2003 a la fecha, cuando se inicia la recuperación, como en la región el retraso era mayor, lo del Uruguay no se notaba, de modo que la paridad de los poderes de compra le dio una buena competitividad hacia Brasil y le permitió mejorar su performance de un 13 % de comercio con dicho país, para pasar al 20 % actual. Éxito relativo este, si se tiene en cuenta que la relación con Brasil en los años 90’, bajo el Gobierno de Lacalle era de un 30 por ciento. En cambio con Argentina, que ya venía cayendo, la relación de comercio exterior, bajó de un 20 % en los años 90’ a un 13 % y luego a un 7 por ciento, hasta quedar en el escuálido 5 % actual. También Uruguay perdió competitividad hacia los países a los que logró Jorge Batlle acceder, como China, Estados Unidos y México, que fueron los que posibilitaron mejorar la trágica situación de la campaña –rentabilidad o muerte‑ que generó la devaluación brasilera del 99’.´
Ante esta situación que estamos viviendo ningún corredor bursátil aconseja vender dólares para invertir en instrumentos financieros, sino colocaciones a interés en moneda nacional y Letras en pesos a seis meses y en Unidad Indexada a un año. Todos coinciden que es un buen momento para comprar bonos emitidos por el Gobierno uruguayo, fundamentalmente el Global con vencimiento en 2036.
La inflación vista en dólares ha sido tremenda (un 40% durante todo el Gobierno de Vázquez) y a los ahorristas prácticamente se les confiscó la mitad de los ahorros. Los que tenían bonos se descapitalizaron a causa del retraso cambiario.
El fenómeno llamado de carry trade, que significa poner el dinero a interés bancario en una moneda que paga tasas mayores que en otras, para luego pasarse a la extranjera obteniendo así más que si se la hubiera colocado en ella, está desde hace tiempo a la orden del día. Hecho éste que conduce cuando los operadores económicos se deshacen de la moneda nativa, a una depreciación de la misma. En muy pocos lugares se permite que existan tasas de interés positivas en moneda nacional.
En el caso uruguayo, que la tasa fue bajada del 8% al 6,25% para mitigar el carry trade, debería bajar muchísimo más. Para el Gobierno que existan tasas de interés en pesos positivas, se debe al hecho de que el progresismo trajo un mundo color de rosa en expansión y crecimiento, que explica que sean más altos los intereses en pesos.
Un país que, según ellos, enfrenta perspectivas de crecimiento muy buenas, no tiene porqué volver el crédito tomable para los operadores, ni preocuparse de la depreciación en ciernes de la moneda uruguaya que el carry trade genera.
Los depósitos a la vista representan casi el 80% del total. La explicación a tan alta concentración no puede ser otra que el bajo retorno de las colocaciones a plazo fijo.
En promedio, el premio que pagaban las instituciones financieras por inmovilizar pesos por un año era a diciembre del 7,1%. Una Letra en pesos pagaba una tasa cercana al 11%.
En el caso de los depósitos en moneda extranjera, el retorno es negativo, tasas promedio del 1% en un contexto de apreciación del peso frente al dólar.
Precisamente, dada la alta participación de los depósitos a la vista, su composición por monedas responde a las expectativas de devaluación.
Al desatarse la crisis internacional, se redujo el grado de pesificación, posicionándose los agentes en dólares, ante la incertidumbre reinante.
Al irse aclarando el panorama, lentamente comenzó a aumentar el grado de pesificación, fenómeno que se hizo más notorio hacia el último período de 2009, cuando el peso comenzó a apreciarse sostenidamente.
Se espera que aumente la demanda por crédito y que los bancos puedan inmovilizar por un período más prolongado los depósitos que les confieren los ahorristas, cosa improbable porque ya dijo el Gobierno que no va a reverse la política de las tasas de interés.
La rentabilidad bancaria enfrenta, de esta forma, dificultades y bancos como el Crédit Uruguay se retiran de la plaza financiera, mientras el Gobierno pretende suavizar la situación reduciendo los encajes –el dinero que los bancos tienen para hacer frente a los retiros- como forma de que lo vuelquen a un crédito, ya de por sí intomable por los operadores económicos.
A pesar del mayor monto de depósitos que tuvieron los bancos privados, la falta de negocios rentables, las bajas tasas internacionales que redujeron los retornos de los depósitos colocados en el exterior y otras pérdidas asociadas a temas contables, los bancos privados arrojaron pérdidas anuales por 80,6 millones de dólares.
La plaza uruguaya es esencialmente una plaza de captación de depósitos y si bien crecieron las colocaciones, ese crecimiento tiene un desempeño poco dinámico, porque la colocación de dichos depósitos se realiza en el exterior.
Cualquiera entiende que la economía está en un estado de recalentamiento que nadie sabe cuánto puede durar, pero que se sabe que tiene los días contados.
La burbuja uruguaya recién comienza y tiene el mismo signo y carácter que la que trajo Valentín Arismendi cuando Martínez de Hoz era Ministro de Economía argentino y se desata el boom de la construcción alterando todos los precios inmobiliarios del nuestro mercado interno, con un dólar escalonado en una tablita, muy por debajo de los intereses bancarios y la inflación.
Uruguay, país en donde el 63% de la población es propietaria, en el caso del mercado inmobiliario se da un efecto perverso: con el tipo de cambio planchado y a la baja y con los costos en pesos y a la alza, el nivel de compraventas baja a un 24,5 %; hecho éste que tiene su expresión inmediata en la merma del Impuesto a las Transmisiones Patrimoniales de la Dirección General Impositiva. Los valores de los inmuebles, (mientras el precio del dólar registra un descenso de 19,4% ‑el mayor en 36 años‑ y cierra a 19,62), por el hecho de que en ese proceso aumentó el costo de mano de obra y algunos insumos, terminaron generando el hecho de que los alquileres en vez de bajar, aumentaran un 10%. El precio de la propiedad, por tanto, seguirá creciendo, dado que el costo de construcción se va elevando en dólares y eso se traslada al comprador. Si a esto se le agrega que en el último año, el Índice de Leyes Sociales creció un 12,27%, el de Conexiones Definitivas un 10,47% y el de Costos de Permisos un 7,40, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se puede apreciar la magnitud que va tomando la burbuja imparable en que estamos inmersos. En este sentido, los que muestran los mayores incrementos son el ajuste en los costos del aumento salarial en un 12,5%, en virtud de los Consejos de Salarios, la pintura y los gastos vinculados a la albañilería. Eso hace que, para comercializar un proyecto en un pozo, haya que vender un tercio del edificio en dólares y el resto en pesos, porque se corre el riesgo de desfasarse.
Hoy, un apartamento recién terminado en Punta del Este, no baja de los 2 millones trescientos mil dólares y el metro cuadrado de construcción no baja de los 3 mil dólares, en un abanico de posibilidades que llega a los 7 mil seiscientos dólares por metro cuadrado. El aumento del precio de la propiedad en solo un año fue del 64%. Eso genera una distorsión tan grande en el sector inmobiliario que hace que el metro cuadrado por construcción en Pocitos ande por los mil doscientos dólares y en el Cerro a quinientos.
Esto empuja el aumento de los alquileres, más incluso que el de la propiedad y hace que la ya castigada por el IRPF y en extinción clase media –la pequeño burguesía para ellos‑ tenga que mudarse a barrios de clase obrera y ésta a lugares más pobres todavía, pagando incluso más que antes. Según cifras del Instituto Nacional de Estadística, la vivienda en lo que va del año subió un 11,6 %. A lo que hay que agregarle los incrementos en panes y cereales, carnes, verduras, frutas, bebidas no alcohólicas y comidas fuera del hogar.
Mientras en cualquier lugar del mundo, lo que más se vende es lo que baja de precio, en una economía monopolizada como la uruguaya, es justamente lo que más aumenta. Esa inversión de las leyes ricardianas de la oferta y la demanda se palpa en la suba del pan (95%), los quesos (8%), tomates (9%), morrones (15%), lechugas (25%), espinacas (14%), manzanas (15%). En los alquileres (1,2%) y gastos comunes (1%).
Sale más barato una radio Sony FM, AM clásica, -para no ir más lejos- que una pareja comiendo en un restaurante; es más accesible un micro ondas, que invitar a unos amigos a comer. Un computador con todos los lujos cuesta dos sueldos mínimos o menos. Una heladera nueva financiada incluso, son aproximadamente dos sueldos mínimos. Como en toda burbuja, la mano de obra nacional, esto es, todo aquello que tiene valor agregado uruguayo, es prohibitivo, en cambio el valor agregado extranjero es regalado.
En este orden de cosas, todo un sistema va colapsando y mudando de naturaleza. En un país turístico como el Uruguay las inmobiliarias van perdiendo el mercado de alquileres y quedando fuera del circuito, por la sencilla razón de que el dólar planchado encarece para el turista el precio de los arrendamientos y a su vez el Impuesto a las Rentas de las Personas Físicas (IRPF), vuelve más onerosa la situación. Si a esto se agrega que por ley, las inmobiliarias deben retener el 10,5 % del monto del alquiler al propietario y, en general, ese porcentaje se adiciona al precio del arrendamiento, se puede comprobar fácilmente que las inmobiliarias quedan fuera de mercado, porque resultan infinitamente más caras que el precio que propone un particular.
Aquí es donde se ve el efecto perverso del agobio fiscal que genera el IRPF y que se convierte en una verdadera ley de la economía: A mayor presión, mayor evasión.
Todos sabemos que la mayoría de los dueños que alquilan sus inmuebles con un cartelito en la puerta y el número de celular no cumplen con el pago de dicho tributo, sencillamente, porque no hay control.
Es así que la reducción del mercado de alquileres para las inmobiliarias está entre el 30% y el 50%. Contratar gente para atender al público, realizar avisos, hacer el inventario de las fincas y demás, ya no resulta rentable.
Hay que tener en cuenta que las inspecciones de la Dirección General Impositiva (DGI), los tienen a ellos en la mirilla y que ya el mercado escapa a su control.
En un país como Uruguay, en donde el turismo que tradicionalmente recibe, es la clase media argentina, el Director de la Dirección General Impositiva (DGI), Nelson Hernández, ante esta situación decide basarse para fiscalizar la evasión en los datos de Catastro sobre el valor de los inmuebles y dice: "No vamos a ir a buscar a todos, al que pagó un alquiler en enero por U$S 1.000 no, sino al de U$S 15.000". Sabido es que las inmobiliarias pagan por lo que recaudan, pero el propietario individual está por debajo del mínimo imponible: las 40 Bases de Prestaciones y Contribuciones, esto es $ 82.440 o unos U$S 4.100 dólares, en un período de 12 meses.
A esto hay que agregarle la falta de potestad que tiene dicho organismo para realizar esos relevamientos. Sin previa orden judicial de allanamiento, no pueden inspeccionar domicilios particulares.
El inquilino no es ni un contribuyente, ni un responsable del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) sobre alquileres. Irrumpir en un hogar, afectando el uso y el goce del arrendamiento por el cual el inquilino ya pagó al propietario, es totalmente ilegal. ¡Quién les dijo a los funcionarios de la Dirección General Impositiva (DGI), que el inquilino forma también parte de la relación jurídica tributaria de crédito-deuda del IRPF en alquileres!
Con esta mentalidad totalitaria, dirigista, inconstitucional y burra avasallan olímpicamente derechos, mientras el Gobierno con total hipocresía hace gárgaras por el advenimiento de la inversión extranjera. Si el Gobierno no ajusta el valor del dólar a la realidad y si le resulta más rentable al propietario poner los alquileres a tono con la realidad del bolsillo argentino, salteándose las inmobiliarias, es un tema que afecta la tributación, pero no le compete a la Impositiva, avasallando sin orden judicial, el derecho de propiedad.
La voracidad fiscal del Gobierno, choca aquí con la realidad, ante el hecho cierto, pero ignorado, de que nadie puede hacer que llueva por decreto.
Sabido es que, una ley de la economía enseña que cuando se encarece el mercado inmobiliario, se abarata el mercado automotriz, ya que cada uno de ellos tiene un desempeño que es inversamente proporcional al del otro y suele ser, por ende, cuando esa situación se registra, el indicador más claro de la situación real del salario.
De este modo, las ponderables del salario acompañan al mercado inmobiliario y el alquiler en todos los lugares del mundo, menos en el Uruguay, representa la tercera parte de un sueldo. Es un hecho que cuando la gente puede alquilar bien es porque crece el salario, en cambio cuando se venden más autos –a diferencia de lo que pensaba Ford‑ es cuando el salario baja y hay pérdida de rentabilidad en el mercado inmobiliario.
Al ver esta “fiebre” de compra de autos que se está dando desde fines de 2009 y comienzo de 2010, de la mano con una pérdida de la rentabilidad inmobiliaria, uno no tiene más remedio que concluir que estamos en presencia de una típica burbuja –plata dulce‑ generada por un retraso cambiario que vuelve onerosa y nada rentable la industria de la construcción y atractiva para el ahorrista la inversión automotriz.
En todo el 2009 se vendieron 25.906 automóviles, apenas 36 unidades menos que en 2008, en donde el Chevrolet vendió 6.071 unidades, el Volkswagen 3.106 y el Fiat 2.971. El “dólar barato” dinamiza las ventas y habilita un nuevo mercado especulativo en función del 0’ Kilómetro.
Hay quienes compran un 0’ Kilómetro hoy, lo usan durante todo el año y cuando lo venden desquitan la compra y la nafta, solo por el hecho de que siguen entrando 0’ kilómetros de esa firma al mercado.
Como inversión especulativa, el mercado automotriz, en este sentido, demuestra ser mucho más atractivo que las tasas bancarias de interés o las letras y bonos de tesorería.
En un mercado automotriz como el uruguayo que oscila entre unas 26 mil o 28 mil unidades por año, con un tipo de cambio que disminuyó un 20% en relación al año anterior, es obvio que la venta de autos está “muy activa”, como reconocen las automotoras. También están los que se endeudan para comprar automóvil, que representan en monto global de dinero, 3 mil 6 millones de dólares, porque saben que si llega a existir un ajuste monetario, suele ocurrir que la cuota sea más cara que el valor real de ese auto luego del ajuste y, por ende, deben refinanciarle a la nueva realidad, si es que quieren cobrar.
Si a esto se agrega el hecho de que la mitad de los hogares debe el doble de lo que perciben, -en un país en dónde el ingreso medio por persona, según el Instituto Nacional de Estadística anda en 9.400 pesos, o sea 480 dólares aproximadamente- podemos fácilmente constatar, que estamos ante un cóctel explosivo.
Es una situación en donde el nivel actual del crédito es bajo, y el consumo familiar es quien impulsa su expansión.
La tasa de crecimiento que registra el crédito familiar, está también distorsionada por la evolución del tipo de cambio y lo que aumenta en el sector familiar es la participación de los préstamos concedidos en moneda nacional.
Las familias son el sector más endeudado con el sistema financiero. Al cierre de 2009, tenían deudas vigentes con la banca por US$ 2.170 millones de dólares, lo que representa el 35% de los préstamos vigentes totales concedidos. Las familias, no sólo son quienes más deben, sino que son las principales responsables del aumento del crédito, junto al comercio y la construcción, los sectores más expuestos al retraso cambiario.
Es obvio que el dólar lo van a planchar hasta diciembre de 2010, para darle tiempo a los grandes capitales a que puedan repatriar las divisas y también es evidente que ha de bajar la inflación hasta niveles de depresión del mercado interno, rondando aproximadamente en un 7 % o menos, pero a expensas de un menor nivel, que ya se constata, de demanda interna. Lo que ocurre es muy simple, la fuerte disminución del valor de la moneda estadounidense, hace bajar los precios en pesos de los bienes exportables y de los importados y eso neutraliza la suba que venían sintiendo los bienes y servicios "transables", que son los que muestran menores aumentos.
Si en este rosario de cosas se toma la situación de la ganadería, se puede apreciar que un sector ya golpeado por la sequía, sufre ahora un aumento de la Contribución Inmobiliaria Rural del 35%, con una caída del dólar del 20% y una inflación de entre un 5% y 6%. El Gobierno no solamente no busca –como dice- paliar los efectos del retraso cambiario, sino que, les incrementa en un 68%, visto en dólares, el valor de la Contribución Inmobiliaria Rural. A un campo dolarizado se le incrementan aún más los costos fijos.
A quienes tienen una renta de US$ 200 o US$ 300 por hectárea, el peso del tributo no les afecta demasiado, pero a los pequeños productores que tienen predios menores a 200 hectáreas, que obtienen en promedio US$ 20 por hectárea y que son cerca de 20.000 trabajadores rurales, el hecho de que le saquen US$ 5 por hectárea, en algunos casos significa el 50% del ingreso.
Lo que el Gobierno en este tema no quiere ver es que aunque la hectárea de campo haya multiplicado por cinco su valor, el resultado del ingreso por esa misma hectárea, no solamente no aumentó a ese mismo ritmo, sino que disminuyó. El precio real de la tierra no significa el precio de los negocios de la tierra.
Todos sabemos que el pequeño y mediano productor ganadero que opta por retener el ganado en el campo, la única forma que tiene de hacerse de liquidez es el crédito.
La incipiente corriente de endeudamiento en productores con muy poco margen de maniobra –el productor no se endeuda porque le haga gracia, sino porque no tiene más remedio- , responde a que quedaron aliviados por la seca y ahora hay mucha pastura, lo que conduce a tomar ganado a pastorero para mejorar los ingresos y bajar el pasto. Los que optan por dejar que sus propios ganados engorden en el campo, al no vender se quedan sin caja para vivir.
La diversidad de fuentes de financiación que hoy están disponibles para el productor –típico de las épocas de “plata dulce”- hoy están por fuera del sistema financiero, actuando con tasas muy por encima de la media. Todos sabemos que este sector es el más castigado por la política monetaria, tanto en el valle como en la cresta del ciclo económico. Menor rentabilidad para más producción, con el dólar bajo y mayor endeudamiento como espada de Damócles a futuro.
Ante este panorama explosivo, no ya por el contexto internacional que se avecina, sino por los hechos concretos que se van dando en la realidad económica uruguaya, el Gobierno habla de nuevas Sociedades Anónimas que ANCAP hará a efectos de encarar otras actividades. Se sobreentiende que tendrán que reformar la Carta Orgánica para no caer en ilegalidades. Dicen que van a desarrollar investigación en biotecnología y bioingeniería para nuevos biocombustibles; a ALUR, empresa ruinosa a la que la sociedad ya le dio más de U$S 115 millones de dólares, la hará productora de energía masiva a partir de biomasa. A su vez como ANCAP usa el ferrocarril y, a la vez produce cemento, dado que ahora hay durmientes de hormigón, le resulta obvio que se asocie con AFE para el desarrollo del ferrocarril. En este orden de cosas, también deberá explotar las reservas de piedra caliza en Treinta y Tres porque el recurso está allí; iremos por una planta regasificadora propia y entonces, le vamos a vender gas a un país buen pagador y muy cumplidor de contratos como Argentina, un verdadero ejemplo en el mundo con quien hacer acuerdos estables. Es tanto lo que el Gobierno piensa hacer, que ya no alcanzará con el despilfarro en la planta de desulfurización cuyo costo supera los U$S 400 millones de dólares y que está en fase de construcción, sino que tendremos una nueva refinería para procesar los petróleos pesados de Venezuela y finalmente, hasta tendremos una empresa para hacer prospección de petróleo.
Ya sabemos los que no nacimos ayer, ni abandonamos el uso de la inteligencia recta, solo porque gobierne éste o aquel, que cuando el pantano entra en combustión comienza a expeler gases que vistos de lejos parecen una luz y que a esa ilusión óptica, se le llama fuego fatuo. Una sociedad encandilada por el fuego fatuo, es una comunidad hipnotizada por cualquier ilusión peregrina que la descarrila.
Después de abril de 2011, cuando llegue la hora de los lamentos, si es que no nos fuimos antes del Uruguay, llegará el momento de la verdad. Para ese entonces, las 250 mil familias que viven del Estado y los exportadores, por primera vez saldrán juntos a manifestar, diciéndole a esta fragmentada oposición blanca y colorada, que también perdieron la brújula para enfrentar este despropósito frenteamplista en el que hoy vivimos.