martes, 20 de octubre de 2009

SIEMPRE FUERON ASÍ

Una de las características que más distinguen al Frente Amplio es su persistente, sistemática y a esta altura permanente actitud triunfalista, cada vez que se aproximan las elecciones nacionales. Puede venir de un Congreso como el de diciembre de 2008, en donde un sector festeja la derrota del otro, de una interna en donde no le concede nada el vencedor al perdedor, del espectáculo bochornoso de una Ministra del Interior fuera de sí -y todo en pleno año electoral-, de declaraciones como la de la viuda de Seregni, diciendo que no sabe a donde puede ir a parar el Uruguay si gana Mujica, de distancias inconciliables como la de Tabaré Vázquez con el presidenciable de su fuerza política, diciendo que muy a menudo en una actitud pontifical dice tonterías, de denuncias penales de corrupción como la del Hospital Maciel y consiguiente interpelación a la Ministra de Salud Pública y un largo etcétera, en donde el corolario final son las declaraciones de su presidenciable a "La Nación" argentina y al autor de "Pepe Coloquios", razón por la cual le ordenan que se calle la boca y no haga más declaraciones diciendo lo que piensa, que igual su gente, es llegar a las elecciones nacionales, para que con alegría dirigida y entusiasmo digitado se alboroten en un triunfalismo muy difícil de concebir y entender.
Siempre fueron así; a falta de ideas, camiseterismo político. Siempre están ganando, desde aquel lejano 26 de marzo de 1971 en la Explanada Municipal de Montevideo.
Parecería ser una ley en política; cuando se pone camisetero le va mal, cuando está de capa caída como en 1989, gana la Intendencia de Montevideo, y cuando está deprimido como en el 2004, la Presidencia de la República, en cambio cada vez que saca pecho como en 1971, 1994 y 1999 le va mal: incluso allí como en el 99', en donde pierde por poco margen. Uno sospecha que si no hubiera sido camisetero, triunfaba y ganaba el centro político que le faltaba.
Ahora tiene una experiencia de Gobierno desastrosa atrás, que es inaguantable. Hizo absolutamente todo lo que le reprochó a los demás, con una salvedad, lo hizo mal. Si algo quedó claro para todo el mundo es que efectivamente, no son lo mismo, son peor de lo mismo: Son los que más voracidad fiscal tienen, los más pro norteamericanos, los que más desprecian al trabajador, al contribuyente, al ciudadano y sus garantías individuales y los que con un barniz hipócrita de asistencialismo politiquero, más clientelismo político hacen.
Quiero a vuela pluma fijar este detalle porque hace años que lo vengo observando: En el 71', al cierre de la campaña, cuando el triunfalismo y la exaltación llegaban al paroximo de lo delirante, nunca nadie vio río humano más grande sobre Libertador Lavalleja del Palacio Legislativo al Entrevero, para constatar luego lo magro del resultado electoral. Da la impresión de que lo que había en ese acto era lo único que lo votaba y que toda su capacidad de convocatoria política era específicamente militante. Lo mismo en 1984. En cambio, desde que largó la esponja, mal que les pese a Asamblea Popular y otros nostálgicos de la Radio 36, le empezó a ir mejor. Este triunfalismo enloquecido de ahora, a mi muy humilde entender es como el renacer de las flores cuando le ponen agua con aspirina, antes de su muerte definitiva.
No me gusta ser triunfalista y cantar victoria antes de tiempo, porque algo me dice que la exaltación en política es inseguridad contrapesada y el fanatismo duda e incertidumbre transformada en lo contrario, sobrecompensada, pero me resulta que es un claro indicador en política del declive y auto reconocimiento de esa situación. El que está seguro de ganar, no festeja nada, porque presiente que no existen partidos puros e inmaculados.