lunes, 22 de junio de 2009

El tramo final de la campaña



Un viejo refrán dice que: "Muerto el perro se acabó la rabia".

Cualquiera podría decir en la actual realidad política uruguaya algo parecido: Muerto Kirchner se acabó Mujica.

Así como los argentinos se aprestan a analizar el efecto Tinelli para evaluar a Kirchner, aquí en el Uruguay muchos se preparan para analizar el efecto microfonitis televisiva, para interpretar los resultados de las internas.

Argentina vive un clima político que en gran parte es distinto al de Uruguay, pero ciertos parecidos dan para pensar. Así como la razón es la gran ausente en el ciclo de Tinelli, también lo es en una campaña como la uruguaya basada en figurar, sin que nadie sepa exactamente que es lo que piensa cada uno. Los que realmente lo intentan, como Lacalle o Bordaberry, van primero en las encuestas.

La ubicación de aquel que opta como camino hablar sin decir nada y decir y desdecirse permanentemente como un viejo cascarrabia, expresa una orfandad de ideas, de propuestas y de programa que anuncia la debacle intelectual de un país.

El de Mujica no parece ser un liderazgo ante el cual estén dispuestos a darse por contentos los demás en el Frente y menos fuera de él.

El frentista presiente que puede perder el poder si éste siguiera controlado por Mujica. Ese es el principal problema del tupamaro ex guerrillero, más allá de si ganara o perdera por un puñado de votos en las elecciones internas. El retiro fáctico de su rival sella esa victoria y le da un carácter: el adversario interno se retira sin dar lucha y se pone a trabajar para el contrincante externo.

El Frente Amplio nunca le confiará todo el poder a alguien tan poco seductor para el electorado independiente. De hecho, y si se miran las encuestas con atención, el voto del tupamaro está encapsulado en el frentismo del barrio Borro, Casabó, 40 Semanas, Rincón del Cerro, el más pobre del país, y se ubica entre los sectores sociales con menos nivel educativo. "A mi me votan los que no piensan", dijo muy suelto de cuerpo este compadrito orillero. Con esos votos se podrá vestir una elección interna, pero jamás se ganará una elección parlamentaria.

Es cierto que la campaña es larga e insume mucho tiempo, energías, dinero y que incluso llega hasta a ser cansadora tanto para los partidos políticos como para el mismo electorado, que al final queda sobresaturado de mensajes políticos.

Un mensaje que puede ser llamativo en una campaña corta, puede llegar a ser contraproducente, en una campaña interminable.

Las políticas de captación política de los electorados más pobres, a través de la compra de votos, el clientelismo de estado, o la provisión de políticas asistenciales, fueron siempre moneda corriente en América Latina, y se han hecho con este Gobierno a través del Plan de Equidad, mejor conocido como Plan de Emergencia. Están convencidos que ese es el sector cautivo, el colchón político que oficia de piso inamovible para perpetuarse en el poder. Lo de Mujica es una forma de disputarle a los otros ese sector, convencido de que para quien logra aprobación allí, alcanzar el voto de los demás sectores es solo cuestión de "no espantar buenos burgueses".

Cualquiera entiende que estas elecciones que vive en el Uruguay de hoy no son cualquier acto comicial, sino que marcan un antes y un después en la política uruguaya. Vienen a plantear un nuevo mapa, una nueva correlación de fuerzas y un escenario diferente al actual. La sociedad uruguaya ya no es la misma de hace 10 años, ni siquiera de la de hace 5 años atrás. Lo que está por verse es que carácter concreto adoptara el golpe técnico que se avecina.