Desde la Caldera del Diablo, el futuro “prechidente” de los argenguayos, se dirigirá a la nación. Tiene la rara belleza de una vaca preñada Hereford, el gracejo arrabalero de “un cumpadrito a la violeta”, de esos que si lo viera Juan Malevo, flor de calor lo haría pasar, usa en invierno boina como un anarco expropiador y le dice a todo el mundo, lo que cada cual quiere escuchar. Nadie sabe como piensa. Se sabe sí, que caga, mea, come e insulta como un viejo carcamán, como el hombre de la bolsa, como aquel barbero loco, que la gente le decía que se salga de la esquina, porque la madre no lo quiere, ni él, tampoco. Me refiero a Emiliano, el hombre bendecido por el Altísimo, el Ser Supremo, el de Allá Arriba para hacer todo el daño posible y destruir una sociedad, un Ministerio, un Frente.
Emiliano sabe por Diablo, pero más sabe por viejo, que Enrique Erro fracasó en el Ministerio de Trabajo, por querer imitar a Juan Domingo Perón, “El Pocho”, porque no tuvo en cuenta que para lo de Perón se necesita algo más que croto, linyera, cabecita negra, coya, chinote y villista descamisado; se precisa talento; talento metafísico. Hay que estar con todos y contra todos, comprendió Emiliano en su pasaje por el infierno, hasta entender exactamente en qué consiste la barca de Creón, aquella criatura que era tan, pero tan mala, que hasta el Diablo le tenía miedo. Cuando Creón va por los bosques de Viena, no es el Diablo quien saca a pasear a su perro, sino el perro, quien saca a pasear al Diablo.
Emiliano desde su barca cuida a los condenados de la vida, esas criaturas llamadas a vivir en la pobreza mental; les dice “jodasé” y lo aplauden. También, bien lo sabemos, las democracias se suicidan, es al menos una posibilidad que tienen. Todos sabemos que a Hitler lo votaron, que era lo que en su infeliz expresión quiso hacer ver, Gonzalo Aguirre.
Emiliano puede insultar y decir cualquier cosa a cualquiera; que está bien, es lo correcto, en cambio a él no se le puede decir nada. Cualquier parentesco con Kirchner, Chávez y Castro es pura casualidad.
Emiliano está más allá del bien y del mal; es Gobierno y oposición, todo junto a la vez; es un damnificado de la democracia y un enemigo de ella, todo al mismo tiempo, es víctima y victimario en la misma intensidad; es vida y milagro, muerte y resurrección, infierno y paraíso.
Emiliano representa o puede representar según Talvi, los servicios de inteligencia, las doscientas familias que no pagan impuesto a la renta, la Unidad Europea, Kirchner’s, Chávez y ainda mais, la mitad más uno de los uruguayos, el 99,999999999 por ciento de los argenguayos y el verdadero sentir del G20 cuando se dirige al Uruguay, como si nuestro país tuviera la culpa de que al sistema financiero de ellos, nadie les crea y al uruguayo, sí.
Emiliano, no es masón ¡Qué pena!