Basta del miedo que rodea a una sociedad que cambia sus hábitos de vida por culpa de unos pocos malandras. Basta de políticos que dicen que los tienen "podridos" con la inseguridad.
Basta de justificaciones tontas que hablan de las causas sociales de la delincuencia para excusar su impotencia para enfrentar al delito y los delincuentes. Basta de hablar de las bocas de pasta base que todo el mundo dice saber dónde están pero que desaparecen antes que llegue
Basta de preocuparse por los derechos humanos de hace treinta años atrás mientras delante de nuestros ojos desaparecen miles de jóvenes por año, entregados a las manos de la droga y el narcotráfico. Basta de zonas rojas.
Basta de jubilados que son rapiñados el día de cobro, basta de arrebatos y también basta de aquellos cobardes que se aprovechan de los viejos porque no les da la nafta para enfrentar a otros.
Basta de muchachos que deben ser acompañados cuando vuelven del liceo para que no les roben los championes o la campera.
Basta de rejas, alarmas, guardias privadas y basta de alambres electrificados para vivir tranquilos. Basta del miedo al copamiento, del miedo que paraliza.
Basta de comerciantes que son asesinados por el único pecado de romperse el lomo dignamente, para mantener a su familia.
Basta de presos que son liberados y que aprovechan las salidas transitorias para delinquir. Basta de presidentes que se empiezan a preocupar por las cárceles cuando viene un consultor extranjero y dice lo que la oposición decía un año antes. Basta, también, de presidentes que cuando matan a dos muchachos en
Basta de pequeños productores que ven desaparecer sus vacas y sus ovejas víctimas del abigeato. Basta de intelectuales y corporaciones que se alarman y recurren a manuales teóricos para rechazar la utilización de militares en una Guardia Nacional y que cuidan sus chacras a la perfección, pero son incapaces de cuidar la chacra de todos, que se llama Uruguay.
Basta de policías que ganan tres vintenes y viven en asentamientos y después juzgamos, cómodos, en el living de nuestras casas. Basta, también, de algunos policías que justifican actos de corrupción en los tres vintenes que ganan. Basta de políticos a los cuales les duele más un palo dado a un delincuente o a un manifestante violento que la suerte de un policía regalado en la calle, mal vestido y peor equipado. Basta de llenarse la boca con los derechos humanos del pasado y no defender los derechos humanos del presente, a vivir sin miedo, en paz, con tranquilidad y en libertad.
Basta de la burla, de las "sensaciones térmicas", de la falta de pudor y de recato. Basta de la falta de respeto sin límites, a que hacer las cosas bien o mal da lo mismo. Basta de la falta de autoridad.
Este no es nuestro Uruguay, ¡basta!