Se debe ser mas prudente
Cuando el peligro es mayor;
Siempre se salva mejor
Andando con alvertencia
Porque no está la prudencia
Reñida con el valor.
Canto 436. José Hernández.
Mas todo varón prudente
Sufre tranquilo sus males;
Yo siempre los hallo iguales
En cualquier senda que elijo;
La desgracia tiene hijos,
Aunque ella no tiene madre.
Canto 454
Aquel bravo compañero
En mis brazos espiró;
Hombre que tanto sirvió,
Varón que fue tan prudente,
Por humano y por valiente
En el desierto murió.
Canto 551
Al verlo tan irritao
Hallé prudente callar.
"Este me va a castigar",
Dije entre mí, "si se agravia."
Ya vi que les tenía rabia,
Y no las volví a nombrar.
Canto 741
En aquella soledá
Martín Fierro, con prudencia,
A sus hijos y al de Cruz
Les habló de esta manera:
Canto 1143
Yo también tengo algo blanco,
Pues tengo blancos los dientes;
Sé vivir entre las gentes
Sin que me tengan en menos:
Quien anda en pagos ajenos
Debe ser manso y prudente.
Canto 1050
No galope, que hay aujeros,
Le dijo a un guapo un prudente
Le contestó humildemente:
La noche por cantos tiene
Esos ruidos que uno siente
Sin saber por dónde vienen.
Canto 1078
Y el consejo del prudente
No hace falta en la partida;
Siempre ha de ser comedida
La palabra de un cantor.
Y aura quiero que me digas
De dónde nace el amor.
Canto 1083
Bien lo pasa, hasta entre pampas,
El que respeta a la gente;
El hombre ha de ser prudente
Para librarse de enojos:
Cauteloso entre los flojos,
Moderado entre valientes.
Canto 1152
Nace el hombre con la astucia
Que ha de servirle de guía;
Sin ella sucumbiría:
Pero, sigún mi esperencia,
Se vuelve en unos prudencia
Y en los otros picardía.
Canto 1157
Y les doy estos consejos
Que me ha costado alquirirlos,
Porque deseo dirigirlos;
Pero no alcanza mi cencia
Hasta darles la prudencia
Que precisan pa seguirlos.
Canto 1173
Cualquiera entiende, a través de estos Cantos, que el personaje que construye José Hernández en La Vuelta de Martín Fierro es cualquier cosa, menos un gaucho bravío. Anticipa, como en el canto 1078, cuando habla el Negro, el estado de ánimo de lo que ya estaba convirtiéndose el mismo gaucho y su entorno: el pobre, humilde y desventurado paisano de la época que se iniciaba.
A diferencia de otros, José Hernández -Provincia de Buenos Aires; 10 de noviembre de 1834 - Belgrano -Buenos Aires-, 21 de octubre de 1886- no hace nativismo, se limita a retratar lo que ve. Fue federalista entre 1852 y 1872, defendiendo la postura de que las Provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales establecidas en Buenos Aires. Tomó parte en una de las últimas insurrecciones del Federalismo con Ricardo López Jordán, que había creado un importante movimiento que concluyó en 1871 con la derrota del federalismo y el exilio de Hernández hacia Brasil. Fue durante un tiempo asesor de Jordán, hasta que se distanció de él.
El Gaucho Martín Fierro está escrito en 1872, cuando por medio del periodismo continúa su acción política, con la sola finalidad de poder "cantar" una "verdad".
Logra salir Diputado y Senador de la provincia de Buenos Aires. Como Senador defiende la desvinculación política de la Capital con la Provincia en la que se asienta, cosa que había sido una aspiración constante de las Provincias argentinas.
La gente respetuosamente le decía, el Diputado Martín Fierro.
Martín Fierro es en parte el proceso de transformación interior que se produce en el individuo Hernández, tras una vida de peleas y acritudes diversas.
Si la Ida es el hombre equivocado que pelea de mala fe, la Vuelta es el cambio interior de aquel que viene como a reparar su pasado y su imagen.
Todos sabemos que la prudencia sirve para muy poco y que nadie jamás hizo nada importante con ser prudente, pero en la estructura de un individuo que vive a golpes con la vida aparece como un mensaje tranquilizador y ejemplarizante. Parecería ser ese hoy en día, el destino de ciertos personajes políticos. José Hernández y su Martín Fierro lo sentimos como maravillosos y en gran parte sus cantos los hemos estudiado y sabemos de memoria. Pero hay algo que al menos a mí me inquieta. Martín Fierro está lejos y no molesta. Mujica está allí, con la prudencia de los que llevan una Asamblea Constituyente a lo Chávez, bajo el poncho.
Y mientras que tomo un trago
Pa refrescar el garguero,
Y mientras tiempla el muchacho
Y prepara su estrumento,
Les contaré de qué modo
Tuvo lugar el encuentro.
Me acerqué a algunas estancias
Por saber algo de cierto,
Creyendo que en tantos años
Esto se hubiera compuesto;
Pero cuanto saqué en limpio
Jué que estábamos lo mesmo.
Ansí, me dejaba andar
Haciéndome el chancho rengo,
Porque no me convenía
Revolver el avispero;
Pues no inorarán ustedes
Que en cuentas con el Gobierno
Tarde o temprano lo llaman
Al pobre a hacer el arreglo.
Pero al fin tuve la suerte
De hallar un amigo viejo
que de todo me informó,
Y por él supe al momento
Que el Juez que me perseguía
Hacía tiempo que era muerto:
Por culpa suya he pasado
Diez años de sufrimiento
Y no son pocos diez años
Para quien ya llega a viejo.
Y los he pasado ansí,
Si en mi cuenta no me yerro:
Tres años en la frontera,
Dos como gaucho matrero,
Y cinco allá entre los indios
Hacen los diez como yo cuento.
Me dijo, a más, ese amigo
Que anduviera sin recelo,
Que todo estaba tranquilo,
Que no perseguía el Gobierno,
Que ya naides se acordaba
De la muerte del moreno,
Aunque si yo lo maté
Mucha culpa tuvo el negro.
Estuve un poco imprudente,
Puede ser, yo lo confieso,
Pero el me precipitó,
Porque me cortó primero,
Y a más me cortó la cara,
Que es un asunto muy serio.
Me asiguró el mesmo amigo
Que ya no había ni el recuerdo
De aquel que en la pulpería
Lo dejé mostrando el sebo.
El de engreido, me buscó:
Yo ninguna culpa tengo;
El mismo vino a peliarme,
Y tal vez me hubiera muerto
Si le tengo más confianza
O soy un poco más lerdo.
Fue suya toda la culpa
Porque ocasionó el suceso.
Que ya no hablaban tampoco,
Me lo dijo muy de cierto,
De cuando con la partida
Llegué a tener el encuentro.
Esa vez me defendí
Como estaba en mi derecho,
Porque fueron a prenderme
De noche y en campo abierto:
Se me acercaron con armas,
Y, sin darme voz de preso,
Me amenazaron a gritos
De un modo que daba miedo,
Que iban a arreglar mis cuentas,
Tratándome de matrero:
Y no era el jefe el que hablaba
Sino un cualquiera de entre ellos,
Y ése, me parece a mí
No es modo de hacer arreglos,
Ni con el que es inocente,
Ni con el culpable menos.
Con semejantes noticias
Yo me puse muy contento
Y me presenté ande quiera
Como otros pueden hacerlo.
De mis hijos he encontrado
Sólo a dos hasta el momento,
Y de ese encuentro feliz
Le doy las gracias al Cielo.
A todos cuantos hablaba
Les preguntaba por ellos,
Mas no me da ninguno
Razón de su paradero.
Casualmente, el otro día
Llegó a mi conocimiento
De una carrera muy grande
Entre varios estancieros,
Y juí como uno de tantos,
Aunque no llevaba un medio.
No faltaban, ya se entiende,
En aquel gauchaje inmenso,
Muchos que ya conocían
La historia de Martín Fierro;
Y allí estaban los muchachos
Cuidando unos parejeros.
Cuando me oyeron nombrar
Se vinieron al momento,
Diciéndome quiénes eran
Aunque no me conocieron,
Porque venía muy aindiao
Y me encontraban muy viejo.
La junción de los abrazos
De los llantos y los besos
Se deja pa las mujeres,
Como que entienden el juego.
Pero el hombre, que compriende
Que todos hacen lo mesmo,
En público canta y baila,
Abraza y llora en secreto.
Lo único que me han contado
Es que mi mujer a muerto;
Que en procuras de un muchacho
Se jue la infeliz al pueblo,
Donde infinitas miserias
Habrá sufrido, por cierto;
Que, por fin, a un hospital
Jué a parar medio muriendo,
Y en ese abismo de males
Falleció al muy poco tiempo.
Les juro que de esa pérdida
Jamás he de hallar consuelo,
Muchas lágrimas me cuesta
Dende que supe el suceso.
Mas dejemos cosas tristes
Aunque alegrías no tengo;
Me parece que el muchacho
Ha templao y está dispuesto
Vamos a ver qué tal lo hace
Y a juzgar su desempeño.
Ustedes no lo conocen
Yo tengo confianza en ellos,
No porque lleven mi sangre
-Eso juera de lo menos-,
Sino porque dende chicos
Han vivido padeciendo.
Los dos son aficionados;
Les gusta jugar con juego,
Vamos a verlos correr: