martes, 24 de octubre de 2017

Los graves errores y horrores de la campaña de Cristina Kirchner

        El triunfo de Macri en las recientes elecciones parlamentarias es el más contundente desde 1985. Más del 40 por ciento de los votos, a 20 puntos del segundo, ganando en 13 de las 24 Provincias y venciendo a Cristina Kirchner en su principal distrito, se perfila ahora para una reelección en 2019, que de mantenerse en estas cifras, puede ganarlas en primera vuelta.
        Si bien carece de mayoría parlamentaria su agenda legislativa tiene ahora más posibilidades de ser aprobada. Aun perdiendo en ciertos distritos supo lograr buenos resultados que son los que ayudaron a traspasar las fronteras infranqueables que el peronismo tradicional había construido.
        Ahora se despeja la gran duda que existía, porque se pensaba que Argentina se gobierna solamente con el peronismo.    La Rioja, Neuquén, Salta y Santa Cruz son claros ejemplos de que se puede ponerle fin a los feudos oligárquicos dirigidos por un clan, a condición de que se sepan construir coaliciones que contemplen de un modo amplio al arco opositor de aquellos que buscan una alternativa modernizadora. Abanico plural que en su conjunto lo que pide es que el Estado deje de ser Juez y Gendarme ejerciendo un control totalitario sobre la economía y las finanzas. Con impuestos distorsivos ‑al cheque, a los ingresos brutos, al IVA‑, con normas y reglamentos absurdos, que atacan al sector formal de la economía, mientras es un vale todo a nivel informal, la gente decidió decirle basta a esa situación y encontró en Cambiemos una herramienta válida y hábil.
        Ahora el gobierno se perfila como un centro articulador para gobernadores e intendentes que no tienen una clara referencia opositora alternativa y que necesitan de asistencia presupuestaria para gobernar. Esto hace que si bien carece de mayoría parlamentaria, no exista en el horizonte del gobierno el tradicional peligro del quebranto de la gobernabilidad que sufrieron Alfonsín y De la Rúa.
        Lo que define de ahora en más el panorama político argentino no es tanto el desempeño del gobierno, que aún gobernando apenas aceptablemente tiene chances para el 2019, sino como se rearma o reinventa la posibilidad de una alternativa a Macri.
        En este sentido una oposición destituyente, desmelenada, que juega a que al gobierno le vaya mal no parece estar en el ADN de la mayoría y tampoco en esta oposición dividida, desconcertada y con un liderazgo que cuando habla al único que favorece es al gobierno.
        El peronismo ve claramente que Cristina es funcional al gobierno, porque la gente al ver eso le perdona cualquier error circunstancial, pero lo que no ve es el hecho cierto de que en la Argentina actual no hay lugar para el camino del medio que pregona Sergio Massa.
        El primer error de Cristina fue apostar a la mala situación económica cuando precisamente la economía comenzaba a mejorar. No mejoró en el primer semestre como quería Macri, pero sí al arrancar el segundo. No tuvo en cuenta que la economía explica la caída de un gobierno, pero muy raras veces es la razón fundamental de un triunfo en las urnas. No alcanza que el gobierno esté en falsa escuadra, si la oposición no es atractiva para el electorado. Querer triunfar como si se fuera un habitante aéreo, que ahora descubre lo mal que están las cosas después de estar 12 años en el gobierno, es algo que no cierra. Jugar al cuanto peor, mejor, hoy no conduce a ningún lado.
        El segundo error de Cristina es jugar contra Macri como si la Argentina de hoy fuera la de los desaparecidos de la época de la dictadura. Como vio que con la economía como argumento no iba a ningún lado, se puso a politizar la muerte de Santiago Maldonado, en un acto poco ético e irrespetuoso de la familia del hasta ese momento desaparecido. Esta instrumentación perversa que se hizo de una muerte muestra la forma mezquina de concebir la acción política electoral. Fue aparecer el cadáver para que se llamase a silencio y cuando se supo por la pericia forense que murió ahogado, igual salieron a combatir contra todas las evidencias al gobierno. Lo que demuestra a qué nivel de irrealidad conduce el maniqueísmo enfermizo de Cristina Kirchner. La gente siguió conmovida el caso Maldonado, y sin embargo no tuvo ningún efecto en los resultados electorales, porque no resultaba convincente una Cristina rasgándose las vestiduras por éste artesano muerto y no diciendo esta boca es mía de los muertos del 11 o el caso de Leopoldo López.
        Más allá de estos errores que en éste último caso es un horror de Cristina la gente hoy no quiere líderes mesiánicos, iluminados que cuando bajan al llano se convierten del día a la noche en opositores de todo, como si no hubieran nunca gobernado y no fueran los responsables de eso que combaten.
        Apocalipsis en griego quiere decir, fin de ciclo y no lo que los kircheristas creen que significa. Si el kirchnerismo tiene votos es porque en algún lugar la religiosidad mal entendida tiene que estar.
        Otro error grave de Cristina es no haber repudiado en ningún momento la toma de los colegios, las amenazas de bomba, el apedreamiento, los encapuchados, los piquetes y todo el nivel de violencia irracional, que condujo incluso a apedrear el auto presidencial. Al no decir nada, ni ella ni su sector político,  quedaron todos asociados a ese tipo de gente. Peor que eso, se puso a descalificar al Poder Judicial que antes manipulaba, diciendo que era “un grupo de tareas”. Es importante entender aquí que no estamos en los años ’70 condenando la violencia con un ojo tapado, porque en éste caso el violentismo venía de un solo lado y era evidente que buscaba una provocación para auto justificarse.
        Se negaron al mensaje abierto y se encerraron en un sectarismo internista, con un discurso pensado para su gente y no para toda la ciudadanía. Con una Bonafini descalificando groseramente, con un D’Elia que después tuvo que sacárselo de encima por piantavotos, recordaba la parte más oscura del telón de fondo que condujo a la caída de Isabel Perón.
        A eso hay que agregarle errores graves de caracterización de coyuntura política. Decir “Macri basura, vos sos la dictadura”, es estar fuera de toda racionalidad y no respetar el voto ciudadano que le dio la investidura presidencial.
          Los temas de la campaña anterior como el desarrollismo de Frondizi, el abuelo de Frigerio, no formaron parte del debate, fundamentalmente porque hoy nadie discute, lo que quiere decir que no están en juego ideas, sino conductas y actitudes en política. Hoy importa la capacidad que se tiene para gestionar los asuntos públicos. La gente se hartó de ese ideologismo politizado que se mete en todas las cosas: el campo, el fútbol, las estadísticas, las cárceles, el idioma, la historia, los clubes.
        La gente de Cambiemos no votó por miedo y menos el que quería sembrar Unidad Ciudadana, votó en cambio por una demanda de civismo republicano. Lo de Cristina es tan impresentable que un hombre sin carisma, ni trayectoria como Esteban Bullrich, que además no viene de la política, sino de la informática, le ganó en su bastión más sólido. Lo que está expresando que si el gobierno no comete muchos errores y se maneja como hasta ahora, tiene asegurada la reelección.
        Cambiemos no es una fuerza organizada por los ricos para sí mismos, circunstancial, de derecha neoliberal, insensible con los más humildes, como quiere hacer creer el kirchnerismo, acostumbrado, al mejor estilo peronista clásico, a sacar la mano a la izquierda para doblar a la derecha.
        Cambiemos es una articulación del espectro no peronista, con una fuerte propuesta social de carácter inclusivo y una agenda para disminuir la pobreza y elevar los niveles de vida. Más allá de algunos traspiés, ha existido una enorme responsabilidad en el manejo que se ha venido haciendo en un país que estaba al borde de volverse Venezuela.
        Hasta ahora el populismo político, la demagogia económica, las simpatías más extravagantes en política internacional, el estatismo público asfixiando al sector privado, el clientelismo político, el amiguismo en las licitaciones, contratos de obra y arrendamiento, han sido las marcas de la cultura autoritaria de los gobiernos peronistas en lo que va de los últimos 85 años. Dejaron una Argentina devastada, con la tercera parte de la población por debajo del nivel de pobreza, con Provincias en donde el 90 por ciento de la población es empleado público, con un déficit insostenible que exige permanente endeudamiento y por ende, la moneda argentina no es creíble y los operadores se refugian en el dólar. Revertir eso implica superar el descaecimiento general en el que fue cayendo la economía y exige dentro de una inevitable política gradualista, flexibilidad táctica en los acuerdos y firmeza estratégica en la política de Estado a largo plazo.