El triunfo de Macri en las recientes elecciones
parlamentarias es el más contundente desde 1985. Más del 40 por ciento de los
votos, a 20 puntos del segundo, ganando en 13 de las 24 Provincias y venciendo
a Cristina Kirchner en su principal distrito, se perfila ahora para una
reelección en 2019, que de mantenerse en estas cifras, puede ganarlas en
primera vuelta.
Si bien carece de mayoría parlamentaria su agenda legislativa
tiene ahora más posibilidades de ser aprobada. Aun perdiendo en ciertos
distritos supo lograr buenos resultados que son los que ayudaron a traspasar
las fronteras infranqueables que el peronismo tradicional había construido.
Ahora se despeja la gran duda que existía, porque se pensaba
que Argentina se gobierna solamente con el peronismo. La Rioja, Neuquén, Salta y Santa Cruz son claros ejemplos de que
se puede ponerle fin a los feudos oligárquicos dirigidos por un clan, a
condición de que se sepan construir coaliciones que contemplen de un modo
amplio al arco opositor de aquellos que buscan una alternativa modernizadora.
Abanico plural que en su conjunto lo que pide es que el Estado deje de ser Juez
y Gendarme ejerciendo un control totalitario sobre la economía y las finanzas.
Con impuestos distorsivos ‑al cheque, a los ingresos brutos, al IVA‑, con
normas y reglamentos absurdos, que atacan al sector formal de la economía,
mientras es un vale todo a nivel informal, la gente decidió decirle basta a esa
situación y encontró en Cambiemos una herramienta válida y hábil.
Ahora el gobierno se perfila como un centro articulador para
gobernadores e intendentes que no tienen una clara referencia opositora
alternativa y que necesitan de asistencia presupuestaria para gobernar. Esto
hace que si bien carece de mayoría parlamentaria, no exista en el horizonte del
gobierno el tradicional peligro del quebranto de la gobernabilidad que
sufrieron Alfonsín y De la Rúa.
Lo que define de ahora en más el panorama político argentino
no es tanto el desempeño del gobierno, que aún gobernando apenas aceptablemente
tiene chances para el 2019, sino como se rearma o reinventa la posibilidad de
una alternativa a Macri.
En este sentido una oposición destituyente, desmelenada, que
juega a que al gobierno le vaya mal no parece estar en el ADN de la mayoría y
tampoco en esta oposición dividida, desconcertada y con un liderazgo que cuando
habla al único que favorece es al gobierno.
El peronismo ve claramente que Cristina es funcional al
gobierno, porque la gente al ver eso le perdona cualquier error circunstancial,
pero lo que no ve es el hecho cierto de que en la Argentina actual no hay lugar
para el camino del medio que pregona Sergio Massa.
El primer error de Cristina fue apostar a la mala situación
económica cuando precisamente la economía comenzaba a mejorar. No mejoró en el
primer semestre como quería Macri, pero sí al arrancar el segundo. No tuvo en
cuenta que la economía explica la caída de un gobierno, pero muy raras veces es
la razón fundamental de un triunfo en las urnas. No alcanza que el gobierno
esté en falsa escuadra, si la oposición no es atractiva para el electorado. Querer
triunfar como si se fuera un habitante aéreo, que ahora descubre lo mal que
están las cosas después de estar 12 años en el gobierno, es algo que no cierra.
Jugar al cuanto peor, mejor, hoy no conduce a ningún lado.
El segundo error de Cristina es jugar contra Macri como si la
Argentina de hoy fuera la de los desaparecidos de la época de la dictadura. Como
vio que con la economía como argumento no iba a ningún lado, se puso a
politizar la muerte de Santiago Maldonado, en un acto poco ético e irrespetuoso
de la familia del hasta ese momento desaparecido. Esta instrumentación perversa
que se hizo de una muerte muestra la forma mezquina de concebir la acción
política electoral. Fue aparecer el cadáver para que se llamase a silencio y
cuando se supo por la pericia forense que murió ahogado, igual salieron a
combatir contra todas las evidencias al gobierno. Lo que demuestra a qué nivel
de irrealidad conduce el maniqueísmo enfermizo de Cristina Kirchner. La gente
siguió conmovida el caso Maldonado, y sin embargo no tuvo ningún efecto en los
resultados electorales, porque no resultaba convincente una Cristina rasgándose
las vestiduras por éste artesano muerto y no diciendo esta boca es mía de los
muertos del 11 o el caso de Leopoldo López.
Más allá de estos errores que en éste último caso es un
horror de Cristina la gente hoy no quiere líderes mesiánicos, iluminados que
cuando bajan al llano se convierten del día a la noche en opositores de todo,
como si no hubieran nunca gobernado y no fueran los responsables de eso que
combaten.
Apocalipsis en griego quiere decir, fin de ciclo y no lo que
los kircheristas creen que significa. Si el kirchnerismo tiene votos es porque
en algún lugar la religiosidad mal entendida tiene que estar.
Otro error grave de Cristina es no haber repudiado en ningún
momento la toma de los colegios, las amenazas de bomba, el apedreamiento, los
encapuchados, los piquetes y todo el nivel de violencia irracional, que condujo
incluso a apedrear el auto presidencial. Al no decir nada, ni ella ni su sector
político, quedaron todos asociados a ese
tipo de gente. Peor que eso, se puso a descalificar al Poder Judicial que antes
manipulaba, diciendo que era “un grupo de tareas”. Es importante entender aquí
que no estamos en los años ’70 condenando la violencia con un ojo tapado,
porque en éste caso el violentismo venía de un solo lado y era evidente que
buscaba una provocación para auto justificarse.
Se negaron al mensaje abierto y se encerraron en un
sectarismo internista, con un discurso pensado para su gente y no para toda la
ciudadanía. Con una Bonafini descalificando groseramente, con un D’Elia que
después tuvo que sacárselo de encima por piantavotos, recordaba la parte más
oscura del telón de fondo que condujo a la caída de Isabel Perón.
A eso hay que agregarle errores graves de caracterización de
coyuntura política. Decir “Macri basura, vos sos la dictadura”, es estar fuera
de toda racionalidad y no respetar el voto ciudadano que le dio la investidura
presidencial.
Los temas de la
campaña anterior como el desarrollismo de Frondizi, el abuelo de Frigerio, no
formaron parte del debate, fundamentalmente porque hoy nadie discute, lo que
quiere decir que no están en juego ideas, sino conductas y actitudes en política.
Hoy importa la capacidad que se tiene para gestionar los asuntos públicos. La
gente se hartó de ese ideologismo politizado que se mete en todas las cosas: el
campo, el fútbol, las estadísticas, las cárceles, el idioma, la historia, los
clubes.
La gente de Cambiemos no votó por miedo y menos el que quería
sembrar Unidad Ciudadana, votó en cambio por una demanda de civismo
republicano. Lo de Cristina es tan impresentable que un hombre sin carisma, ni
trayectoria como Esteban Bullrich, que además no viene de la política, sino de
la informática, le ganó en su bastión más sólido. Lo que está expresando que si
el gobierno no comete muchos errores y se maneja como hasta ahora, tiene asegurada
la reelección.
Cambiemos no es una fuerza organizada por los ricos para sí
mismos, circunstancial, de derecha neoliberal, insensible con los más humildes,
como quiere hacer creer el kirchnerismo, acostumbrado, al mejor estilo
peronista clásico, a sacar la mano a la izquierda para doblar a la derecha.
Cambiemos es una articulación del espectro no peronista, con
una fuerte propuesta social de carácter inclusivo y una agenda para disminuir
la pobreza y elevar los niveles de vida. Más allá de algunos traspiés, ha
existido una enorme responsabilidad en el manejo que se ha venido haciendo en
un país que estaba al borde de volverse Venezuela.
Hasta ahora el populismo político, la demagogia económica, las
simpatías más extravagantes en política internacional, el estatismo público asfixiando
al sector privado, el clientelismo político, el amiguismo en las licitaciones,
contratos de obra y arrendamiento, han sido las marcas de la cultura
autoritaria de los gobiernos peronistas en lo que va de los últimos 85 años. Dejaron
una Argentina devastada, con la tercera parte de la población por debajo del
nivel de pobreza, con Provincias en donde el 90 por ciento de la población es
empleado público, con un déficit insostenible que exige permanente
endeudamiento y por ende, la moneda argentina no es creíble y los operadores se
refugian en el dólar. Revertir eso implica superar el descaecimiento general en
el que fue cayendo la economía y exige dentro de una inevitable política
gradualista, flexibilidad táctica en los acuerdos y firmeza estratégica en la
política de Estado a largo plazo.