El triunfo de Cambiemos responde a tres figuras
fundamentales: Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Elisa Carrió.
Tiene mucho del triunfo de Alfonsín: un cambio cultural en la
gente.
Lo del domingo 22 fue un pequeño terremoto político. La
incertidumbre del final de campaña con el caso Maldonado ponía los resultados
al azar de lo imprevisible.
Uno de cada dos porteños votó por Elisa Carrió. Le toco estar
en la línea de fuego para romper el mito de que solamente los mafiosos pueden
gobernar. Decir lo que se piensa sin pelos en la lengua, ni temor en el
enfrentamiento tiene valor, pero también es riesgoso porque se suelen cometer
errores.
Hizo una contribución importante para el nacimiento y el
triunfo actual de Cambiemos.
María Eugenia Vidal puso su empuje y carisma y dio vuelta la
elección en la Provincia de Buenos Aires.
La sociedad que ya había eligido, ahora ratifica a una
fuerza nueva y consagra el liderazgo discutido por muchos como es el de
Mauricio Macri. Un dirigente del que se decía que no comprende el fenómeno de
la política, resulta que termina entendiendo más que los supuestos
“entendidos”. Se volvió el ícono de las soluciones pragmáticas al servicio de
los problemas concretos de la gente, un minimalismo discursivo, dejando atrás
un discurso pesado, denso y conflictivo, como es el maximalismo ideologizado que se practicó
durante 12 años desde el gobierno.
Esta nueva modalidad ha venido siendo exitosa hasta ahora. La
posición opuesta que representa Cristina Kirchner permite visualizar con mayor
claridad lo que representa cada estilo. En esa contrastación el balance es
favorable para Macri.
Este giro pragmático de Macri apunta al sentido común. Más allá de la figura del Presidente lo que se
demostró es que la sociedad quiere otra cosa.
Un ejemplo claro de esto es la actitud ante la reafirmación
que la victoria del domingo le dio. A diferencia del triunfalismo alfonsinista
de noviembre del ‘85, en donde decían que venían para quedarse “100 años más”, y
la alegría terminó durando muy poco ante la inflación incontrolable y el
quiebre del Plan Austral, la alegría en el macrismo es muy corta e
inmediatamente se pusieron a trabajar en las medidas a adoptar de aquí en más. No
será un gradualismo como el de estos años, pero tampoco un shock poselectoral
como quería Cristina Kirchner, sino una aceleración del gradualismo, discutida
con empresarios, sindicalistas, políticos y jueces para consensuar las reformas
al estilo del Pacto de la Moncloa en la España que salía del franquismo. La
diferencia está en que en aquel Pacto entró todo el sistema político, sindical,
empresarial.
Esta convocatoria se la habían pedido a Macri al asumir la
Presidencia, pero se negó porque en ese momento podía aparecer como una
debilidad. Pero ahora con el contundente triunfo actual le da fortaleza en la
negociación y evita que algún sector pueda tener conductas extorsivas.
Los puntos en discusión son una reforma impositiva con una
rebaja importante en los impuestos más regresivos. Las Pymes serán el sector
más beneficiado.
El acuerdo con los gobernadores de las provincias pasa por
aceptar la reducción del déficit fiscal.
Una reforma laboral por sectores tendiente a generar trabajo
industrial en blanco y bien remunerado.
Una reforma macroeconómica enfocada en la reducción del
déficit fiscal, en un equilibrio mayor en términos de coparticipación y
acelerar la batalla contra la inflación.
Una reforma educativa basada en pruebas de nivelación y de
excelencia en todas las asignaturas y niveles. Tanto alumnos como maestros
tendrán una evaluación permanente en su desempeño.
Un ajuste en las estructuras del Estado tendiente a reducir
personal en los Ministerios
Una reforma económica internacional buscando el camino del
medio entre una apertura indiscriminada y una economía cerrada. Ni lo uno, ni
lo otro. También habrá proyectos de reforma política y judicial.
Macri hoy tiene la oportunidad que perdieron Alfonsín, Menem,
la Alianza y los Kirchner’s. La incapacidad, el individualismo, el exitismo y
el fanatismo hicieron del triunfo en las elecciones legislativas una nueva
frustración. Si el gobierno sabe eludir los grandes errores que vinieron
después de cada triunfo en las elecciones legislativas, la ventana de
oportunidad hacia la prosperidad está abierta en la Argentina.
Macri hoy tiene una posibilidad única en la historia que
exige encontrar el punto exacto entre la política de gestión a nivel económico
y el manejo institucional tendiente a garantizar la seguridad jurídica.
La meta que tiene por delante es la de hacer un gobierno
fundacional en el sentido de la construcción de un país económica, social,
jurídica y políticamente diferente.