Muchas veces nos hemos preguntado cuál
es la diferencia entre el comunismo y el fascismo.
Si se los mira desde un ángulo histórico,
exceptuando la época del pacto Ribbentrop-Mólotov, han estado enfrentados en
forma mortal. Pero cuando se los analiza desde el punto de vista político
institucional, queda claro que ambos extremos en apariencia son totalmente anti
democráticos y totalitarios. Esta forma de mirar, exclusivamente en términos
institucionales, es la que afirma que en el fondo, fascismo y comunismo, como
extremos políticos, en realidad están muy cerca el uno del otro.
Sin desmentir las anteriores, que algo
de razón expresan, cabe otra forma de encarar la relación entre fascismo y
comunismo.
Facio es una palabra italiana que
significa literalmente “haz” y se refiere a un haz de varas, lo que si se lo
extrapola significa en sentido figurado “liga” , y que constituía una traducción italiana de la
palabra fasces, símbolo de la autoridad republicana en la antigua Roma. Mussolini
la usó, poniéndole a su movimiento fascismo, en el sentido de un haz de
corporaciones, de ligas.
El fascismo es básicamente eso, un
corporativismo. Este consiste en defender a toda costa los propios intereses
profesionales, sin importar ni la justicia, ni las implicaciones o perjuicios
que eso pueda ocasionarle a otros.
El fascismo en tanto supra
corporativismo o haz de corporaciones lo que buscaba era armonizar los
intereses de las diversas corporaciones.
En aquella época hubo fascismo, porque
la clase media acomodada estaba a la derecha y se había vuelto, como sostenía el
brillante historiador argentino, José Luis Romero, “muy señoritista” o incluso
aquellos sectores de clase media que no estaban de acuerdo con ese señoritismo
eran mal vistos por los trabajadores manuales. Como decía Mario Benedetti: “Él,
quería el bien del pueblo, él, estaba con ellos, pero ellos siempre le
reprochaban sus ropas de señorito”.
Esa conciencia muy aseñoreada y
elitista es la que hoy no existe en las capas medias que se pusieron a la
“izquierda” y elogian de cualquier lado, lo que en su propio país no
permitirían.
Por eso y aunque estamos al borde de un
golpe civil y están dadas todas las condicionantes corporativas para el
fascismo, las cosas no se dan de ese modo. Les falta el apoyo de las capas
medias, sin el cual la alta burguesía, no puede gobernar.
Lo que le está ocurriendo a Donald
Trump, que ojalá culmine su mandato, es bien claro de esto, es la clase media
norteamericana quien lo rechaza, como se puede apreciar en las manifestaciones
que suscita en su contra.
El comunismo es otro corporativismo,
pero a diferencia del fascismo que lo es desde arriba, ellos lo son desde el
llano. Por eso fracasan, porque apuntan hacia abajo, hacia el sindicalismo y la
parte más ignorante y bestial de la masa trabajadora atrasada.
Cuando uno analiza el funcionamiento
del Frente Amplio puede apreciar que es netamente un corporativismo de clase
media baja y sin operadores económicos, sin “la burguesía nacional”, que el
fascismo sí pudo unificar. En cambio el peronismo argentino es claramente un
fascismo con todas las de ley, porque pudo unificar a los operadores económicos
y convertir el sindicalismo en una corporación más, con independencia de los
intereses de la gente y a su pesar.
Se puede desde éste ángulo sostener que
comunismo y fascismo son lo mismo en tanto corporativismo, pero también aquí
hay que dualizar las cosas con más detenimiento. El comunismo cuando se impuso
en Europa del Este lo hizo sostenido por los tanques rusos y para imponerse en
Cuba o Venezuela tuvo que disfrazarse de democrático. Hoy si se sostiene es por
el Ejército.
La diferencia aquí también es clara:
Mientras el fascismo hace capitalismo de Estado, los comunistas hacen
capitalismo en un solo país y con una burguesía de amigos, plutocráticamente
desde el Estado liquidan al sector privado. Es una tecno burocracia que
gobierna con comisarios políticos. Error que no comete el fascismo clásico. Esa
es la causa por la cual del fascismo se vuelve a la democracia y en cambio del
comunismo el camino es de no retorno. De España, Portugal y Grecia fascistas se
volvió sin trauma al estado de Derecho, pero de Cuba y Venezuela ¿De qué modo
se vuelve? Como se ha dicho no sin razón, son sociedades cárceles. Los que quieren
entrar no pueden y a los quieren salir no los dejan.
Más allá de esta diferenciación, desde
el punto de vista del estado de Derecho, son dos monstruosidades, dos formas
mesiánicas de sentirse iluminados en la resolución de las cuestiones políticas,
económicas y sociales. Dos maneras dirigistas de aislarse del libre comercio y
del mundo, para vivir un delirio autárquico a lo franquista o castrista. Pero
como se vio, el diablo se esconde en los detalles, por eso en el Uruguay
prefirieron saltar el cerco y en vez de capitalismo en un solo país, al estilo
comunista, suscribirse al corporativismo fascista para una burguesía de amigos.
La palabra socialismo no significa nada, es
honorífica, también Mussolini era socialista y el padre le puso Benito, por
Benito Juárez.
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Esto nos transporta a otra arista de ésta
cuestión, que bien se podría definir como la peronización del Frente Amplio. No
es nueva, lo que en Argentina son las Unidades de Base, aquí le dicen Comité de
Base y consignas del tipo “Sólo el pueblo salvará al pueblo”, “Con el pueblo
todo, sin el pueblo nada”, de neto corte populista, son consignas propias del
Frente Amplio entre nosotros.
Alfredo Palacios lo definía al peronismo como
un populismo de derecha y todos sabemos de la enorme admiración que Chávez le tenía
a la figura de Perón. La izquierda clásica era anti peronista, fundamentalmente
porque Juan Domingo los persiguió implacablemente, la actual encontró en el
Patria Grandismo rosista del peronismo, lo que le faltaba ante la estrepitosa
caída de la ex Unión Soviética. Sustituyó un internacionalismo Este-Oeste, por
otro Norte-Sur.
Pero no quedó solamente en eso. El peronismo
es obrerista y capitalista, dice querer el bien de los patrones, para favorecer
a los trabajadores y quiere hacerle un gran favor a los operadores económicos dándoles
la razón en todo a los obreros, el tema es que los industriales, ganaderos y
comerciantes, no quieren esa mano de bleque que Perón quería darles.
El peronismo es un bonapartismo que funciona
exactamente al revés del de Luis Bonaparte. Hace como que está con la patronal
y les aumenta la carga social y tributaria hasta límites inconcebibles. Cree
que tienen que agradecerle porque está comprando futuro para evitar un
estallido anti sistémico.
El justicialismo argentino es básicamente un
pacto corporativista que cuando se rompe conduce a una catástrofe social,
porque la puja distributiva que generó ante un cimbronazo de la economía se
vuelve insostenible.
El Frente Amplio lo imita, pero se encuentra
que no tiene, por varias razones, piso sociológico para ir a lo mismo.
Porque aquel es un sindicalismo de obrero
sumergido y éste es un gremialismo de funcionarios públicos.
Porque el único sector propiamente
corporativista en el Uruguay son los médicos y más nadie.
Porque la clase media podrá estar confundida
como en los años 70’, pero es cualquier cosa menos obrerista.
Porque el peronismo para ser creíble tuvo y
tiene que desideologizarse. En cambio el Frente Amplio, para no asumir
responsabilidad por su pésima e incompetente gestión, tiene que ideologizar
todas las cosas.
El peronismo condujo a todas las Provincias
argentinas a la degradación social, el Frente Amplio únicamente a Montevideo.
Saliendo del sector médico, el corporativismo
en nuestro país, es exclusivamente sindical, con un detalle adicional, en
Argentina la opinión sindical ocupa un lugar en el escenario político general,
en Uruguay en cambio es algo a lo que nadie le da la más mínima importancia.
Hoy el peronismo está metido en un marasmo.
Si le fija fecha al paro, la gente se lo va a llevar por delante y si no se la
fija o la dilata seguirán creciendo en el desprestigio creciente en que están.
Vuelve nuevamente, al igual que en los años 70’ la guerra a muerte entre la
izquierda y la derecha peronista, solamente que ahora no es por el poder, sino
por la sobrevivencia. Probablemente no sea Cambiemos quien gane las próximas
elecciones, sino que el gran perdedor podría ser el cristinismo en puja contra
el peronismo, aún allí en donde se enfrentan a Macri.
Pedirle a un gobierno que cambie la política
económica, no es hacer oposición, porque les guste o no, la gente los votó para
esa política y ningún gobierno que se precie la va a cambiar porque desde una
tarima a los gritos y piñazos entre ellos mismos, le estén pidiendo que lo
haga.
Protesta sin consecuencias prácticas, no es
protesta, es un saludo en la opo…en la oportunidad.
El peronismo en tanto fascismo puro y duro
necesita Il Duce o la Duquesa, el Frente Amplio en tanto aprendiz de fascismo
sin operadores económicos, no tiene ese problema, la clase media baja y los
parias votan lo mismo una heladera. Lo que está indicando que en el fondo, son
más corporativistas que aquellos.
Esperemos que cuando todo este tinglado
regresivo y mal llamado progresista caiga, no nos encontremos con las arcas del
Estado vacías, una sociedad envilecida, y de regalo una oposición destituyente
que a lo único que aspira es a ver al Presidente de la República disparando en
un avión, porque según ellos son los únicos que saben cómo calmar a la gente.