miércoles, 17 de febrero de 2016

Algunas consideraciones sobre la economía argentina



“Manicomio:
Los enfermos meten leña
 los atletas piden paz y
Mambrú no fue a la guerra
porque dicen que es neutral
Manicomio,
 valen menos los terneros
 se derrumban los ganados,
 pero suben el puchero
 los puesteros del mercado.
 Manicomio,
 en el Chaco  dan abrigos
 y en el polo no los dan,
 en la chacra sobra el trigo
 y en las mesas  falta el pan”.

Homero Manzi

        Los momentos de licencia son ideales para profundizar en temas que durante el año van quedando en el tintero, y que exigen un análisis más profundo y detenido.
        “Por qué Argentina no fue Australia. Una hipótesis sobre el cambio de rumbo”, de Pablo Gerchunoff  y Pablo Fajgelbaum, es un análisis crítico de la economía argentina que permite también, entender el Uruguay.
        En este estudio se ve con claridad la gran contradicción de nuestras economías. A partir de la crisis del 29’ se volvió muy difícil mantener los mercados internacionales y se tuvo que orientar la producción hacia el mercado interno. El tema es que el productor que tiene inflación de costos con tecnología importada no quiere moneda local y menos trabajar topeado, quiere divisas para poder capitalizarse.
        Clásico es el hecho que ocurría cuando la crisis del 29’ en Argentina. Los productores preferían prenderle fuego al trigo, antes de venderlo al mercado interno. Mientras escaseaba el pan, ellos destruían la producción, porque se los obligaba a trabajar con rentabilidad negativa. “En la chacra sobra el trigo y en la mesa falta el pan”, dirá Homero Manzi en una de sus poesías.
        Esto es así, no porque los productores rurales sean malos, sino porque a nadie le hace ninguna gracia que encima de abonar la renta del suelo, le apliquen a rasa tabla la ley de la oferta y la demanda y, porque produce más, le paguen menos.
        El productor rural se encuentra que la ley de la economía que sostiene que a mayor riesgo, mayor es la ganancia, no se aplica a la realidad agropecuaria y debe afrontar la sequía, las inundaciones, las plagas y todas las inclemencias del cambio climático. Cuando pese a todos los contratiempos que debe encarar logra hacerse de un stock, quiere divisas internacionales y no que le pesifiquen la ganancia, encima de las quitas y las detracciones del gobierno y el servicio financiero, para verse obligado a comprar dólares nuevamente, perdiendo en la compra y en la venta sumas considerables de un dinero que le pertenece por su trabajo y su esfuerzo.
        Además de esto, tanto Argentina como Uruguay tienen un problema serio con los rubros exportables y es el hecho de que el mercado interno demanda lo que se produce para exportar. Argentina y Uruguay, por el tipo de inmigración que han tenido y el carácter concreto que tiene la producción agropecuaria son países que consumen como en el Primer Mundo, lo que en realidad son rubros exportables y necesarios para la entrada de RIN (Reservas Internacionales Netas).
        A Australia le acontecía algo parecido, solamente que la industria minera salvó la economía, porque lo que ella produce se vende todo al exterior y no pasa por la intermediación del mercado interno, pagándole una cosa al productor y 20 veces más al consumidor.
        A este hecho, a la ausencia de una diversificación de las exportaciones que permita la entrada de divisas sin la ingerencia del mercado interno y sus intermediarios, se le agrega un hecho infausto que aparece en Argentina en el 45’ con Perón y entre nosotros con Luis Batlle: La sustitución de importaciones como forma de paliar la ausencia de divisas para comprar al exterior. Estamos hablando de gente que no se dio cuenta que para tener una industria liviana se necesita primero una industria pesada y que la dependencia de los insumos extranjeros para producir, se come toda la rentabilidad por más máquinas herramientas que se compren en el exterior.
        No se dieron cuenta que si Argentina logró eso en su momento, fue porque venía desarrollando la industria naviera como buque insignia del desarrollo fabril que empieza a darse con el apogeo de post guerra en el 45’. Lo que hicieron fue matar la gallina de los huevos de oro.
        Tampoco se dieron cuenta que las economías dependientes como las nuestras funcionan si desarrollan sus ventajas comparativas y van a una economía complementaria de los países industrializados, como hizo Canadá, Australia, Japón y Chile. Lo  único que supieron hacer es topear el precio de la uva, el trigo, el arroz y demás, descapitalizando al productor, como se puede observar en los proyectos de ley de la época. Como el primer rubro exportable fue siempre la carne, justo allí, no tuvieron más remedio que decretar la veda para el mercado interno, a fin de obtener divisas.
        El estado ruinoso de la campaña se debe a un hecho muy simple: Se precisan brazos, pero no se precisan familias.
        A esta dicotomía entre mercado interno y externo demandando lo mismo se agrega la así llamada “puja distributiva” de los grupos de presión, que en Argentina con la CGT y aquí con los Consejos de Salario, lo único que supieron hacer es lobby en el sistema político por una tajada en la torta que no crece y disminuye.
        La puja distributiva en la Argentina de Perón condujo al agio y la especulación y al vaciamiento del Banco Central, mientras empapelaba la economía con billetes llamados a no valer nada. En el Uruguay el quiebre del modelo neo batllista y la inflación galopante de comienzos de los 60’, con el dólar clavado a 11, marcó el fin de un país, que como me decía el entonces Presidente de la Federación de la Carne: “tenía más frigoríficos que fábricas”.
        Quisieron resolverlo con la Serpide, la policía económica, como si tener dólares fuera delito, y agravaron el problema. Si los grandes terratenientes sobre facturan por un lado y sub facturan por el otro y de ese modo atemperan la quita en dólares que les están haciendo, no es porque sean malos, sino porque a nadie le gusta financiar una burocracia parasitaria de amigos y clientela política.
        En esa piñata generalizada en la gran puja distributiva que la inflación galopante de los 60’ vino a generar a fines de la década arde Troya y con los años fuimos del estancamiento productivo a la des industrialización.
        “Por qué Argentina no fue Australia”, aborda este tema desde un punto de vista técnico y da fórmulas matemáticas, con algoritmos que cuantifican la dicotomía entre mercado interno y externo.
        Lo que nos dice Homero Manzi es cierto, solamente que falta la comprensión acerca de sobre por qué las cosas, eran así tras la crisis del 29’ y en gran parte han tenido perseverancia en el tiempo hasta nuestros días.
        Muy buena literatura ensayística para profundizar lo que ocurre fundamentalmente, en una Argentina, que felizmente, está comenzando a cambiar de rumbo.



Si no puedes verlo haz click aquí