domingo, 25 de octubre de 2015

La crisis de la social democracia

      En el mundo existen dos posiciones que tratan de atemperar las inequidades del capitalismo, sin postularse como modelos alternativos al sistema, sino simplemente como correctivos. Parafraseando a Winston Churchill tratan de decir que el capitalismo es el peor sistema de todos, después de los anteriores y eso lo vienen sosteniendo desde una época en donde la opinión económica estaba dividida entre la escuela clásica ricardiana y el marxismo, generando para cada bando la creencia de que el suyo era el pensamiento único, el camino único.
      Tanto la social democracia desde los tiempos de la II Internacional, como el social cristianismo desde Puebla y Medellín trataron por distintas vías de hacer ver que el marxismo no puede ser la solución, porque sin cooperación de clases el que pierde siempre es el trabajador.
     La social democracia cargó en su grupa los insultos de «pequeño burgués», «reformista», «oportunista» propios de la jerga leninista que tenía una obsesión contra el social democratismo, al punto que Lenín no discute con nadie más que contra ellos.
       El social cristianismo por su parte realizó una tarea de clarificación teórica contra el materialismo marxista demostrando en muy buenos análisis la falsedad y las contradicciones propias del mismo. El perfecto marxista es aquel que está esperando que las condiciones objetivas permitan la caída del sistema y mientras tanto con un voluntarismo que desmiente su determinismo, se aferra en forzar las cosas como si alguien pudiera empujar el río, cuando todos sabemos, que el río no precisa que lo empujen.
       Si el capitalismo ha de caer cuando se den las condiciones objetivas y si la moral condena lo que la historia condena, a santo de qué tanto alboroto para trabajar por la caída de un sistema que tiene los días contados, cuando precisamente el heredero, el que ha de mandar al basurero de la historia y todos lo trastos viejos al capitalismo, necesita la infraestructura del capitalismo para poder dar ese tan anhelado salto cualitativo.
      La historia demostró que todo esto es cosa juzgada y que el socialismo real fracasó de tres formas distintas.
     En primer lugar nadie, en ningún lugar del mundo lo reivindica como algo bueno y cuando hay elecciones libres, pierde en todos lados.
      En segunda instancia, no tiene el beneficio de la duda para las próximas generaciones de poder decir que pese a lo malo algo bueno quedó para reivindicar de allí.
      En tercer término todos prefieren lo malo que viene a lo terrible que dejan atrás.
    ¿Dónde quedaron aquellos manuales de materialismo histórico, materialismo dialéctico y de economía política? ¿En que etapa están ahora?
      Todo esto que hoy resulta muy difícil de explicar a las nuevas generaciones fue sin embargo, la atmósfera moral bajo la que vivimos durante muchos años y que aún hoy, en países pueblerinos y de un atraso semi feudal muy grande como el nuestro, siguen en boga. Como decía Miguel de Unamuno: «No pueden cambiar de manera de pensar y están emperrados en no cambiar de tema».
     Discutiendo por Internet con un comunista español que quería demostrarme la validez del marxismo, como método de análisis económico, yo le decía: «Si el hombre está tan condicionado, si su super estructura ideológica es un mero epi fenómeno de las condicionantes materiales concretas: ¡De dónde le ha de venir la conciencia para ir a una sociedad nueva, mejor, igualitaria, sin explotados ni explotadores, «de leche y de miel», como decía Stalín! Evidentemente, que una criatura tan condicionada necesita una vanguardia que le traiga el factor subjetivo como pedía el Che Guevara, esto es, dirección, organización, conciencia, programa y voluntad, todas cosas idealistas, políticas y espirituales, que contradicen ese determinismo. Pregunto yo, le decía al comunista español: ¿Eso no es un totalitarismo que empieza subestimando a la gente como si fueran animales condicionados y amaestrables, para terminar erigiendo una vanguardia de iluminados, verdadera meritocracia anti popular?" El español no sabía que contestarme. Le dije más, sostuve que ellos triunfan no donde hay un parque industrial -el proletariado amariconado y reformista de las ciudades, como decía el Che Guevara-, sino entre campesinos, en un ámbito semi feudal de degradación en la matriz social, «donde es mucha la injusticia y poca la indignación», como sostenia Bertolt Brech.
      El hombre quedó paralizado y dejó de discutir conmigo.
     La crisis de la social democracia y el social cristianismo están ligadas al éxito del capitalismo.
     Nunca la humanidad estuvo más sobre poblada como hoy y nunca más gente quiere acceder a un estandard de vida decoroso, al punto en que donde el capitalismo opera en términos liberales, los pobres son una minoría.
     América La Pobre, como la vieja rusia zarista no quiere entender esto y se aferra a una ilusión pobre, el socialismo, propio de aquel que quiere que otros hagan por él, lo que él no puede, ni quiere hacer por nadie.
    Hoy se viene abajo el tinglado izquierdista, pero nada indica que la idioscincracia del latinoamericano cambie allí donde el asistencialismo sin contraprestación y el Estado leviatanezco han hecho destrozos en los hábitos de trabajo de la gente.
      ¡Dios salve América La Pobre!
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