sábado, 20 de diciembre de 2014

Los nuevos ricos en el Frente Amplio.

    Los nuevos ricos, la burguesía frenteamplista y los nuevos pobres, la antigua clase media en extinición, son uno de los tantos factores desencadentantes de lo que ha ocurrido.
    Acá hay un tema para análisis posteriores: La burguesía no es que sea miedosa y acomodaticia, sencillamente, no puede perder el poder, porque si eso ocurre, cae. No son clasistas porque sí, son clasistas por necesidad. No son ni buenos, ni malos, las condiciones de desenvolvimiento en el capitalismo dependiente los conduce a eso.
    Era Rondney Arismendi quien sostenía que «una cosa existe políticamente, porque existe socialmente, deja de existir socialmente, deja de existir  políticamente» y Carlos Real de Azúa -"Carlitos"-, mirando desde un punto de vista sociológico a la sociedad uruguaya de fines de los 60“ y comienzos de los 70“, nos advertía a todos que «aunque no lo parezca, la nuestra es una sociedad dinámica», como la norteamericana y muy distinta a las europeas, pese al hecho cierto de que todos somos descendientes de europeos.
        En un país en donde lo político está por encima de lo jurídico, lo social está por encima de lo político. Recuerdo que el profesor Enrique Rubio de la Vertiente Artiguista, cuando el advenimiento de la democracia dijo que la izquierda vivió un cambio trascendente, «dejó de ser institucional y mirar juzgando al poder, para pasar a ser social y mirar de cara a la sociedad».
    El rol que en los 70“ jugó Viglietti, los Olimareños, Zitarrosa, el defenestrado Numa Moraes y los cantores a capela y en zapatilla, valió para el Frente Amplio y todos sus partidos, mucho más que cualquier discurso político muy bien hecho. A nadie le importaba las denuncias sobre los derechos humanos que hacía Martínez Moreno en Marcha, las denuncias de Dubra, abogado defensor de tupamaros y los discursos muy bien pensados, los análisis de Banda Oriental siempre buscando en la historia el rastro del presente. Todo eso es arena que la vida se llevó, en cambio la murga La Soberana de Pepe Veneno se la sigue recordando.
    La izquierda no tenía discurso, o le hablaba a la gente desde una barricada exaltando sentimientos patrióticos con José Gervasio Artigas como telón de fondo o cuchicheaba pa” dentro en términos conspiracionistas y siempre a los codazos intestinos.
    Esa izquierda cuando la democracia o demosgracia o democraCIA, vaya uno a saber, no es que estuviera arrepentida de haberse opuesto a las «libertades burguesas y formales», con el Estado y la Revolución de Lenín, como libro de cabecera, se daba cuenta, que es distinto, que si bien la gente en el Uruguay es democratista, sus afinidades son de carácter emotivo y la democracia puede significar muy poco, si en la otra punta de la balanza, hay valores emocionales a defender. Lo registró con Néstor J. Bolentini un cerdo que después de disolver la CNT, salió por cadena de radio y televisión a decir con cara de perro: «¡Queremos diaaaaalogo, diaaaalogo!» y después inventa el spot publicitario: «¡Pongále el hombro al Uruguay!». De igual modo, la palabra socialismo tuvo y sigue teniendo valor emotivo, en cambio la palabra comunismo lo perdió después de las purgas de Stalín en el 36“. Por eso no se dicen comunistas, se dicen frentistas o frenteamplistas.
    El que habló claro al respecto fue el viejo Bordaberry, dijo: «Es el lobo con piel de cordero».
    Este lobo con piel de cordero supo con sabiduría dejar de lado el canto de Sirenita de un mundo nuevo, del hombre nuevo y el socialismo y se pasó insultando sin parar, pintando paredes y haciendo de la movilización por la movilización una gimnasia política, porque vió que cuando un individuo se moviliza pierde la racionalidad y el sentido común en política, se pone un balde en la cabeza y se siente comprometido con algo que está más allá de él.
    Los años 90“ para ellos fueron atroces no solamente, porque cayó el Muro de Berlín, sino porque su base social estaba enojada con los calienta silla de esos grupúsculos. La gente vió que valía más la opinión del PVP que la de 10 mil personas.
    Como decía Julio María Sanguinetti: «Esa, te la vieron».
    La dispersión ideológica de los 90“, signada por la devastación interna del partido comunista, que según Balbi, le llevaron hasta la ideología, le pone fin sindicato por sindicato al tipo de gente que aguantó la dictablanda.
    Aparece otra base social diferente. Muchachos que creían que Vázquez era un revolucionarote de aquellos y formaron el Comando Revolucionario con nostáligicos de mediados de los 60“, justo la época en que la izquierda clásica estaba desorbitada.
    Es evidente que había un cambio social que estaba llamado a tener una nueva constelación política.
    Esa gente se fue del país o terminó sumergida después de la devaluación de agosto de 2002, perdieron el agente histórico para los cambios, lo que Carlos Marx llamaba el demiurgo.
    A la otra elección ganan y era una fija que así iba a ser.
    Durante estos 10 años, como decía Octavio Paz, «Si la burguesía nacional no existe o es muy débil y reaccionaria, hay que crearla» y entonces desde arrendamientos de obra, concesiones y licitaciones enriquecieron a otro sector: una burguesía de comisionistas y coimisionistas, que hace de cada ente recaudador una isla.
    Cuando cierta prensa opositora muy seria todos los jueves nos recuerda que hay que bajar el gasto público y se la agarra con el sueldo de los funcionarios públicos, está equivocando el planteo que hay que hacer. Ya lo he dicho en otros post en este blogger: el salario no es un gasto, gasto son las compras del Estado.
    Hoy estamos todos perplejos y pensando de cara a mayo, como decía Lenín, Qué hacer.
    El partido de la concertación tiene que ser más que la suma de sus partes y seguir creciendo, aunque algún dirigente se vuelva discólo.
    No se trabaja por «la uniá» a rebencazos, sartenazos o sacándose el lazo con las patas. La unidad se contruye en la discusión fraterna hacia adentro y dura hacia afuera.



¡Qué lejos nuestras almas, del callejón desierto
donde la vida un día,
nos vino a despertar!