miércoles, 24 de septiembre de 2014

Se avecina la época del balance y perspectiva.



        Hay diversas visiones por las cuales esta campaña electoral es totalmente atípica en la historia nacional.
        Nunca como hoy, faltando 30 y pico de días, se vio un nivel de quietismo y de indiferencia generalizada, en toda la opinión ciudadana, como el que hoy se está viviendo en nuestro país.
        Se pueden tener varias interpretaciones al respecto: Existen 200 mil votantes de 18 años que no tienen conciencia política y miran el acontecer sin darle trascendencia a las noticias que escuchan otros: por otro lado, la oposición que está muy bien informada, lleva integrada en su dignidad personal la dura experiencia política de decir las cosas y es como hablarle a la pared, cuando vivimos en la ciudad más sucia y más cara del país, llevan 25 años, no asumen responsabilidad alguna, Montevideo muere y encima los votan; el frentista puro y duro que se hizo frenteamplista para acumular fuerzas y que nunca le resultó ese chiste de mal gusto michelinista de decirse encuentrista o post-frentista a lo Nin Novoa, se ve que hoy siente vergüenza de defender al gobierno y calladamente, sin decir esta boca es mía los va a votar en silencio sepulcral. Por el otro lado, la oposición sufre lo que en psicología social se llama pánico y miedo al miedo; por ahí algún ultra izquierdista los insulta y les recrimina con justeza el pasado, pero la gente lo escucha como quien oye a los benteveos cuando sube a un cerro.
        Más allá de todo esto, hoy se juega mucho en esta elección, porque si este es el estado de ánimo de la sociedad y la suciedad uruguaya, el que gane, ha de tener las manos libres para hacer lo que se le dé la real gana.
        Creo, sinceramente, que este estado de ánimo no es bueno para nadie, y menos para quienes apostamos nuestra razón de vivir a la democracia y la libertad.