lunes, 28 de julio de 2014

¡Qué devuelvan lo que robaron!




       Combatir la corrupción es una cosa. Todos sabemos que con suerte el juez los procesa sin prisión y aún en el supuesto caso de que cumplan una condena, no deja de ser una cuestión de carácter vindicativo, que no les hace nada a los corruptos.
       El corrupto cuando lo que robó es una cifra muy grande, en realidad no va a la prisión, compra su seguridad y esto es así en todos los lugares del mundo.
       Muchos incluso, se hacen meter presos, porque resulta más seguro estar allí, que vivir expuesto a un posible ajuste de cuentas.
       No obstante eso, combatir la corrupción es correcto, porque ninguna sociedad puede darse el lujo de alentar en su gente un mundo de anti valores. Si se permite eso y se llega, como en el país vecino, al límite de la impunidad verbal, entonces todas las matrices sociales entran en desintegración.
       Combatir la corrupción es entender que ésta no tiene color político; el corrupto primero es tal y luego ve donde le conviene estar.
       Cualquier fuerza política que se precie de ser tal, cuando se encuentra con un caso de corrupción, lo primero que hace es nombrar una Comisión Investigadora en el Parlamento, para que se pueda indagar en el tema y luego eleva a la Justicia los resultados.
       Cuando, como hemos visto, la fuerza política de gobierno se ha negado a nombrar Comisiones Investigadoras y encima, salen a echar paños tibios en la situación, como han sido las declaraciones del ex Presidente doctor Tabaré Ramón Vázquez Rosas, acerca de que su fuerza política está compuesta por hombres, que muy rara vez “meten la mano en la lata”, sino a lo sumo “la pata” y, cuando junto a esto, el conjunto de dicha fuerza protege, hasta las últimas consecuencias, a gente que la Suprema Corte de Justicia ha procesado, es dable entonces comprender que la profundidad de la corrupción, que esa fuerza trajo en el país, está mucho más allá de lo meramente imaginable.
       Si bien es cierto, que el combate a la corrupción es condición necesaria para una correcta higiene moral en la sociedad uruguaya, sin embargo, no es suficiente.
       Aquí hay que entender una diferencia que es esencial para proceder con acierto en tan delicado tema. Una cosa es robar y otra muy distinta lo es expoliar.
       Según el Diccionario de la Real Academia Española, robar es: “Quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno o hurtar de cualquier modo que sea.”.
       Expoliar es: “Despojar con violencia o con iniquidad.”, entendiendo por iniquidad “maldad, injusticia grande”. El termino expoliación refiere al despojo en gran escala; “Expoliación de terrenos, propiedades y demás”.
       El Código Penal uruguayo en el artículo 340, pune el hurto, de la siguiente manera: “El que se apoderare de cosa ajena mueble, sustrayéndosela a su tenedor, para aprovecharse, o hacer que otro se aproveche de ella, será castigado con tres meses de prisión a seis años de penitenciaría.”.
       El delito de expoliación en cambio entra dentro de lo que se llama también, delito de cuello blanco de lesa humanidad y consiste en obtener beneficios despojando a un pueblo.
       Dice al respecto Eduardo Febbro, en “El circuito de bancos internacionales que blanquea las fortunas de los tiranos. La ruta del dinero”, Página 12, ed. 27/3/2011, que el delito de cuello blanco de lesa humanidad: es “… Un crimen contra la humanidad. Silencioso, sin violencia aparente. Una espantosa empresa de expoliación de los recursos de los pueblos llevada a cabo con la inacabable complicidad del sistema bancario mundial. Las fortunas de los dictadores duermen en los bancos occidentales el fructuoso sueño de los beneficios, mientras decenas de miles de personas se mueran de hambre o sin medios para pagar un tratamiento contra el sida…
       Se podría seguir abundando en este tema, pero considero que al respecto deben pronunciarse los especialistas de estos asuntos, que están muchísimo más capacitados que yo, para poder hacer un abordaje de carácter global, a esta plaga que hoy se pone de manifiesto en la sociedad uruguaya, que además de la expoliación sufrida ha de encarar muy pronto, el efecto contagio de la cesación de pagos en el vecino país.
       Para concluir aquí, creo que no alcanza con llevar a la cárcel a los expoliadores, sino que se debe congelar sus cuentas bancarias, puesto que como todos sabemos es el sistema financiero quien tiene estos depósitos.