Las
campañas electorales que hemos vivido en el Uruguay, si algo las caracteriza,
es por la excesiva moderación con la cual se manejan los partidos
fundacionales.
La
nota discordante ha sido el Frente Amplio, capaz de apelar a cualquier
metodología, hasta nicolinizar fassanezcamente la atmósfera moral.
Vivir bajo el chantaje emocional de que si
pierden el Uruguay sería ingobernable, no es un argumento de recibo, porque
todos sabemos que si eso ocurre, dicha fuerza política se desintegra: El poder,
por el poder en sí, es lo único que los unifica.
La
violencia con la que jugaron políticamente desde el advenimiento de la
democracia en el 85’, todos lo sabemos, era un engaña pichanga, ya que durante
4 años hacían una cosa en el Parlamento y en el año de la campaña electoral se
descolgaban con cualquier cosa: Llegaron a decir, con Vázquez, que iban a
abolir la propiedad privada, con la misma liviandad moral con que decían que no
pagaban la deuda externa, para gente que tiene un psiquiátrico en la cabeza.
Pasadas
las primarias, el Uruguay enfrenta dos escenarios claramente diferenciados: Por
un lado los que van a agobiar impositivamente a toda la población, bajarle las
pasividades a los jubilados y regalarles una tablets, en un típico negociado
familiar de 24 millones de dólares.
Por
el otro lado, un gobierno honesto de gente joven y positiva, como el que el
Uruguay debió de haber tenido en otro tiempo y por el simple hecho de que los
liderazgos no se decretan, la sociedad uruguaya no pudo tener.
Lo
he dicho en muchísimos lados, los
pueblos que olvidan a su juventud, suelen renunciar a su porvenir.
De
triunfar Vázquez, no solo el Uruguay no va a cambiar nada de lo que realmente
importa, sino que se ha de agravar todo, fundamentalmente, por la ineptitud, la
inoperancia y la incompetencia de su equipo neo desarrollista.
Los
únicos que no solo no tienen previsto disminuir la intervención estatal, ya
sabemos quiénes son: Los mismos que durante estos 10 años llevaron la plantilla
de funcionarios de 215 mil a 300 mil: Los mismos que le dicen al sector
privado, muy sueltos de cuerpo que pague, pague y pague, mientras dilapidan los
recursos públicos en el más bajo clientelismo político. Estamos hablando de una
sociedad como la uruguaya que si algo la caracteriza es la de ser una economía
mixta, de sector público y privado y es éste último, quien sufre la carga
impositiva más pavorosa de todos los tiempos, con el dólar planchado y una
inflación que supera por lejos el 10 por ciento. Se ha dicho, no sin razón, que
para producir en el Uruguay y generar valor agregado hay que estar mal de la
cabeza: Los mismos que desprecian la Constitución de la República y gobiernan
con inconstitucionalidades a sabiendas: Los mismos que atacan el ahorro y la
inversión interna mientras están sostenidos exclusivamente, por los flujos de
capital golondrina que llegan a la región.
El
triunfo de Vázquez en el Frente es un alivio enorme para la gente de Moreira,
por la sencilla razón de que no es inteligente sacarse la careta en plena
campaña electoral y amenazar con más impuestos, como lo hicieron los ultras de
Moreira en el Congreso del Frente que
creó el programa que Vázquez dice “defender” y que no es nada improbable que
defienda.
Al
otro día de las primarias el buen señor tuvo que salir a decir que iba a bajar
los impuestos, cuando todos sabemos que al lanzarse a las internas, lo primero
que dijo desmelenadamente desde el interior, fue que iba a aumentarlos.
Saben
perfectamente, que la inflación ya trepó a más de un 10 por ciento –debe andar
por un 13 o 14 por ciento-, pero los sindicatos corrompidos no hacen valer la
cláusula gatillo que exige ante tal eventualidad, ajustar los salarios y las
pasividades. Debe ser esa la causa por la cual muchos que no son frentistas,
sin embargo los prefieren, olvidando que en el Uruguay no hay inflación de
demanda, sino de costos y que son las tarifas públicas –agua y luz industrial-
los que generan la inflación. Si a eso se le agrega las pérdidas descomunales
de ANCAP y lo que significa el encarecimiento del transporte en la distribución
de la mercadería, cualquiera entiende que no es rentable producir en un país
así.
Con
Vázquez –este de hoy-, no va a existir ningún “giro a la izquierda”, lo sabemos
todos, hasta Constanza Moreira, sino a la derecha, hasta la extinción definitiva
de los sectores medios, esos hombres de corbata que su hinchada desprecia. Más
control estatal hasta los niveles insostenibles del totalitarismo. Se le dice
totalitarismo porque quieren controlarlo todo: Eso es la derecha pura y dura
disfrazada de “progresismo”, porque ser frentista da impunidad en el Uruguay de
hoy.
Si
el Uruguay tiene 300 mil funcionarios públicos, cuando tenía 215 mil antes del
advenimiento de Vázquez es porque han hecho el más bajo clientelismo. Cuando la
campaña anterior, en el 2009, le decían a la gente, si no votas al Frente te
despedimos.
Este
aumento desmedido se amplió aún más a partir de 2013 cuando venció la clausula
gatillo firmada con el Fondo Monetario Internacional que impedía contratar
nuevos funcionarios públicos.
Lo
he dicho en todas las ocasiones que pude decirlo: el grueso del gasto público no es solamente la plantilla de
funcionarios públicos, ya de por sí abultada, sino fundamentalmente, los
contratos de obra, arrendamiento y las licitaciones. Son las compras que hace el Estado, lo que hay que disminuir.
No
existe el cuco de la burocracia o el monstruo de un Estado leviatanezco o
kafkiano, lo que sí existe es la burrocracia,
de la cual el Frente es una simple emanación “super estructural”.
No
se trata de ir a una economía de mercado de cualquier forma, porque el Uruguay
es muy chico, apenas 3 millones de personas no constituyen un mercado interno
atractivo para captar inversiones de porte. Lamentablemente, el Estado juega un
rol centralizador porque el inversor privado no lo hace y para competir se
necesita vitalmente mercado. Lo que no se tiene en cuenta es el hecho simple y
fácilmente constatable, que nuestra economía esta monopolizada no solo por el
Estado, sino también por el sector privado. Si el monopolio estatal es malo, el
privado también y esto es así, por la pequeñez de un mercado que no capta
inversiones productivas. Esto hace que toda la política económica deba estar
pensada hacia afuera y concebida para el comercio exterior. No me cansaré de
repetirlo a donde vaya: lo que tiene que
irse del Uruguay es el trabajo de la gente, no la gente.
Más
allá de esto, el liderazgo de la dirigencia vazquista, lo estamos viendo todos,
responde a un Parque Jurásico en extinción. Podrán sobrevivir un tiempo más, porque son
duchos para medrar más allá de las candilejas, pero es un hecho y cada vez se
lo ve con mayor nitidez, que representan el pasado, mientras los partidos
fundacionales representan el presente que emerge.
Los
nuevos liderazgos vienen signados por factores llamativos y novedosos que
demuestran que la gente quiere caras nuevas. Vino nuevo en odres fundacionales,
para una generación de cabeza fría y corazón caliente.
La
fuerza de choque que el Frente Amplio montó, esto es, la patota sindical, de no
ganar, se va a convertir en el hazmerreír de todo el mundo, por eso temen hasta
el hecho de perder la mayoría parlamentaria. Se pasaron la vida pidiéndole a
los partidos fundacionales concertación
y son incapaces de gobernar sin mayoría parlamentaria.
El
sindicalismo uruguayo es un gremialismo de empleados públicos que hacen
política todo el día, en vez de ir a trabajar, amparados ahora por la ley del
fuero sindical que el Frente les votó.
Son
como el peronismo argentino, pero en un país de casi nula industria liviana.
Piensen
en el año 2002, cuando Jorge Batlle dijo una gran verdad sobre los argentinos,
que Mujica luego reconoció como cierta, pero que no se debe decir. ¿Alguien
hubiera imaginado 12 años después, que mientras Argentina lo quiere asfixiar al
Uruguay, el Presidente de la República y su equipo en la cancillería, más están
del lado argentino?
El
Uruguay tiene un activo inconmensurable que se llama Río de la Plata y Río
Uruguay, estos dos grandes cauces –un Estuario y un rio-, lo abrazan y lo
acunan como una madre sosteniendo al hijo, ante los embates y las inclemencias
allende el charco. Si no fuera por eso, estábamos, como se dice vulgarmente,
fritos.
En el Uruguay no hubo, ni habrá revolución
infraestructural, lo que si hubo y la Intendencia de Montevideo es de una clara
demostración palmaria es una auténtica robolución
sociolista enancada en los bolsillos de los nabos de siempre, los
contribuyentes.