lunes, 20 de noviembre de 2017

Chile: Hacia una segunda vuelta impredecible.



        Todavía es prematuro prever lo que puede ocurrir en una segunda vuelta en Chile, pero evidentemente los resultados electorales han sido una sorpresa, que confirma una vez más, la poca seriedad de las encuestas.
        Se sobreestimó el voto a Piñera y se subestimó el voto a Sánchez y a Kast. La distancia entre las encuestas y la realidad fueron muy grandes, de modo que se puede sospechar que existe una manipulación política por parte de los encuestadores, consistente en agigantar a un candidato, que se trague la pastilla y desde una atmósfera de triunfalismo conducir a que logre lo contrario de lo deseado.
        Todos vimos como el voto por el Brexit en el Reino Unido demostró el fracaso de las encuestas o a Hilary Clinton contentísima al final de la campaña, porque estaba convencida que ganaba.
        La segunda vuelta en Chile va a ser más reñida de lo que parece ser.
        Se dice en estadística electoral que cuando la distancia entre un candidato y otro sobrepasa el 10%, siempre indefectiblemente gana el predilecto, pero aquí nos encontramos con que los votos de los candidatos de izquierda (Guillier, Sánchez, ME-O, Artés y Navarro) suman más que los de Piñera y Kast. Se da un escenario parecido al de 2009 en donde el propio Piñera alcanzó el 44 por ciento frente al 56 que sumaban Eduardo Frei, Marco Enríquez-Ominami y Jorge Arrate, todos ellos ubicados a la izquierda del candidato de la centroderecha.
        Si bien es cierto que Piñera no la tiene fácil, los desafíos que tiene Guiller son complejos. Está 14 puntos por debajo del favorito y le faltan 27 puntos para llegar al 50%. Tiene además que armar un discurso que satisfaga a Sánchez y a Carolina Goic de la Democracia Cristiana. Es difícil que Piñera logre captar ese 6% de la DC que siempre ha estado separada de la derecha.
        “Ahora hay una posibilidad para Guillier, pero creo que es muy difícil, porque él no es un buen candidato, ha tenido el peor resultado de la historia de la Concertación. Además una parte del Frente Amplio, piensa que hay que destruir a la Nueva Mayoría. Piñera también lo tiene difícil para arañar votos, va a ser muy reñido, pero creo que lo tiene más difícil Guillier", sentencia el analista Ascanio Cavallo, tan sorprendido como todos por el resultado y en especial por el éxito de Kast, que perjudicó a Piñera. "Representa con mucha nitidez una posición de ultraderecha. No hay nada parecido en Latinoamérica. Es el remanente del pinochetismo", sostiene.
        El discurso de Bachellet apelando a la “unidad progresista” es la expresión de que Guiller va a recibir apoyo del gobierno en este último tramo de la campaña. Esa grosera intervención estatal apuntará a una épica anti-Piñera, anti derecha, para unir en segunda vuelta a una izquierda que fue separada en la primera.
        Si bien los desafíos que tiene Guiller son bastantes, a Piñera le va a resultar también difícil reunir los 13 puntos que le faltan. La ventaja que lleva el favorito es que no está tironeado en dos direcciones diferentes. Puede tranquilamente acercarse al centro, que es el punto político en donde se ubica el chileno medio, en cambio Guiller tiene que seducir a los votantes de extrema izquierda de Sánchez. Piñera tampoco tiene que seducir a los votantes de extrema derecha de Kost, porque es improbable que ellos quieran correr el riesgo de un gobierno de Guiller.
        La segunda vuelta, en realidad son otros comicios. Es una elección polar de carácter binario entre dos candidatos y los votos no necesariamente, son transferidos de un modo mecánico.
        Se da el raro caso de que las dos fuerzas en pugna siempre sumaron el 70% de los votos, en cambio ahora, solamente congregaron el 59%, lo que le da un final incierto al resultado electoral.
        Los errores no queridos suelen ser fatales y Sebastián Piñera tendrá que mantener una calma sublime, porque le van a tirar con todo lo que puedan.
        Hoy en Chile están en juego dos modelos de país.  Por un lado el progreso de estos últimos 30 años que reivindica Piñera y por el otro un frente de izquierda radicalizado y decidido a no equivocar su camino al gobierno.
        Es evidente que los cambios que se vivieron en la sociedad chilena ‑que ya fueron abordados en otro post‑, no se expresan en esta eventualidad hacia el sistema de partidos, sino en la fragmentación de los mismos partidos, en un entorno en donde sigue bajando la participación electoral. Es un hecho que los hijos de las transformaciones económicas, tecnológicas e institucionales que se han venido dando en Chile, no se sienten identificados con las figuras emergentes en el plano político.
        Ya los resultados electorales no plantean abrasarse con la eternidad. Se gane o se pierda nadie sale o entra en la historia. Vivimos en un mundo signado por la alta conectividad, con nuevos pobres, nuevos ricos y nuevos grupos medios que exigen reconocimiento y visualización y que no se sienten expresados.
        La sociedad está requiriendo una reformulación en sus idearios políticos y la construcción de nuevas estructuras para los cambios que han venido ocurriendo en la historia reciente. En un país tradicionalmente dividido en izquierda y derecha, surgen ahora formaciones que están más a la izquierda de la izquierda y más a la derecha de la derecha. Esa tendencia a agigantar los males que podrían ocurrir si gana el contrincante, no responden a lo que siente la sociedad en su conjunto y el cada vez más creciente nivel de abstención así lo demuestra. Responde sí a las exigencias burocráticas de aferrarse a los cargos y no perder las posiciones adquiridas, en un sistema basado en el clientelismo estatal.
        Esta segunda vuelta es una incógnita por varios motivos.
        La suma de los votos de Piñera y Kast es idéntica a los votos de Sebastián Piñera el año 2009. Por su parte, la suma de los votos de los candidatos de izquierda en esta elección totaliza exactamente los mismos votos que sumaron el elenco Frei, Enríquez-Ominami y Arrate en el 2009. Si bien numéricamente es un escenario parecido al que el centro derecho ganó la elección presidencial, los cambios sociales que se fueron dando en estos 8 años no están expresados en los números, que parecerían indicar que el tiempo político está congelado, cuando es evidente que no es así y la fragmentación es un indicador de las transformaciones que han existido. Por ello, los resultados de este 2017, aunque diferentes en distribución, generan un escenario de incertidumbre acerca de lo que puede ocurrir este 17 de diciembre.
        Por ahora está en duda el regreso del ex Presidente Piñera al gobierno y queda librado al cálculo matemático  y a un complejo armado de alianzas la decisión sobre quién ganará el 17 de diciembre. Piñera fue el ganador en lo personal, pero el anti piñerismo es el dato centralizador de la jornada. Durante sus cuatro años de mandato el país creció un 5% anual y dejo el gobierno con un 40% de popularidad, en cambio durante el gobierno de Bachellet la economía sufrió un freno, fue salpicada por casos de corrupción, el gobierno perdió credibilidad, y con un sistema político fragmentado los resultados son inciertos.
        Según el sociólogo Manuel Antonio Garretón, si bien la sociedad chilena se derechizo en lo que va de estos años, eso no necesariamente se expresa en los resultados electorales, en donde el verdadero y creciente vencedor hasta ahora es el abstencionismo electoral, que ronda en el 47% del padrón electoral. En la elección de 2013 voto el 51%. En las municipales del año pasado apenas participó el 36% de los habilitados. Fueron cuatro años de turbulencias, escándalos políticos y desconfianza creciente de la ciudadanía en las instituciones.    
        "Creo que efectivamente hay una derechización en el sentido de que la mayoría de la gente ya no piensa tanto en proyectos colectivos como en las pequeñas aspiraciones individuales y de consumo. Pero desde 1990 no variaron los números en la división de derecha e izquierda en cuanto a la adhesión a los partidos, y por eso también se dio esta alternancia entre Michelle Bachelet y Piñera. Aquí hubo dos factores: la atomización de la centroizquierda y, en todo caso, una menor participación electoral de los sectores más vulnerables. Pero no hubo un crecimiento de los partidos de derecha", agregó Garretón.
        Según el analista político Marco Moreno, el crecimiento espectacular del Frente Amplio, que le daban un 10% y sacó un 20% responde a que "Ellos salieron a conquistar esa tradicional base de apoyo de la izquierda, porque más que un acuerdo institucional con los comunistas o el socialismo, lo que le interesa al Frente Amplio es su electorado para conseguir más escaños en el Congreso". Es lo que cambia el mapa político porque le obliga a Guiller a ponerse más a la izquierda, ante gente que comparte la idea de las reformas, pero no la manera en que fueron gestionadas.
        En la compleja psicología política del chileno, llama por ejemplo la atención que los estudios del voto en las elecciones municipales del año pasado muestren que el número de sufragantes sea especialmente bajo en los sectores más vulnerables, en donde la izquierda tendría supuestamente su base electoral y que en cambio sea particularmente alto, cercano al 80% en los barrios de clase media y alta que son los que apoyan a la derecha.
        "Fue un plebiscito respecto de la gestión de Bachelet. Pero hubo equivocada: cuando las encuestas mostraban un rechazo a las reformas de Bachelet -de un 70%- iban por los dos lados", asegura el analista Francisco Covarrubias, más cercano a Piñera. "Hubo gente que consideraba que las reformas eran muy osadas y profundas, que fue la que votó por Piñera y su coalición, que tuvo una buena votación. Pero también hubo otra gente que se oponía a las reformas de Bachelet, porque las consideraba tímidas y que hay que ir más rápido, que fue la que votó por el Frente Amplio. Si en esta elección no hubiéramos tenido presidencial, tendríamos que a la derecha le fue muy bien. Los resultados del Congreso fueron muy buenos para este sector. Pero en el caso de la presidencial se juntaron las altas expectativas alimentadas por las encuestas. Entonces, el baño de realidad hace que las caras estén largas y que hoy haya preocupación", resume.
        Todo parece abierto para una segunda vuelta imprevisible donde la participación, una de las más bajas del mundo, será de nuevo clave.
       
       

viernes, 17 de noviembre de 2017

Así son las cosas en el país más pobre del mundo



        Robert Gabriel Mugabe, ‑el camarada Bob‑, es un político y militar zimbabuense de 93 años, que gobierna bajo fraude electoral permanente, desde 1980, cuando encabeza la independencia de Zimbabue, la ex Rhodesia, en los tiempos en que era colonia del Reino Unido.
        Ésta guerra mantenida entre nacionalistas negros y el régimen blanco de Ian Smith quien era apoyado por el Reino Unido, causó la muerte de 30 mil personas.
        Mugabe pasó de ser un héroe independentista de la descolonización africana, a un dictador que convirtió al país más próspero de África, en uno de los más pobres. Es el claro ejemplo de ese putchismo africano en donde para darle legitimidad de origen al gobierno hay que dar un golpe contra el colonialismo y para dotarlo de legitimidad de ejercicio, solamente basta con declararse socialista.
        “Todavía soy el Hitler de los tiempos. Este Hitler tiene solo un objetivo: justicia para su gente, soberanía para su gente, reconocimiento de la independencia de su pueblo". "Si eso es ser Hitler, dejadme ser Hitler multiplicado por diez", dijo Mugabe en el 2003.
        Conceptos como "Solo Dios, que fue quien me designó, me apartará. Ni el MCD [partido de la oposición], ni los británicos". Dicho en el 2008, lo caracterizan como una persona profundamente antidemocrática, dictatorial y autoritaria.
        El miércoles 15 fue detenido en un golpe de Estado encabezado por Constantino Chiwenga, quien tomó el control de las principales instituciones zimbabuenses, la sede de la televisión, así como el partido gubernamental Unión Africana Nacional de Zimbabue-Frente Patriótico.
        Todo comenzó porque la primera dama de Zimbabue, Grace Mugabe, dijo que el vicepresidente Emmerson Mnangagwa era “una serpiente venenosa” que debe “ser golpeada en la cabeza”.
        Al otro día Mugabe lo destituye acusándolo de deslealtad y Mnangagwa abandona el país.
        Luego de esto Mugabe y su esposa salieron a buscar los apoyos del partido gobernante, Unión Nacional Africano Zimbabuense-Frente Patriótico, para lograr que Grace Mugabe ocupara la vicepresidencia del país.
        El ejército de Zimbabue no se confía en la esposa de Mugabe y los analistas políticos consideran que no es nada improbable que Emmerson Mnangagwa termine ocupando la presidencia.
        Según Andrew Harding, corresponsal de la BBC en África,  "el error de Mugabe fue asumir que todavía era lo bastante poderoso como para instaurar una dinastía con su esposa como sucesora".
        La destitución del vicepresidente Mnangagwa se dio en el marco de purgas que no eran del agrado del ejército.
        Occidente acusa a los Mugabe de apropiarse ilegalmente de tierras de terceros, amañar elecciones y violar los derechos de la oposición.
        Los militares que los pusieron bajo arresto domiciliario niegan que sea un golpe de Estado. “Nuestro objetivo son criminales de su entorno que están cometiendo crímenes... que están causando sufrimiento económico y social al país", dijo un general zimbabuense al leer una declaración transmitida en vivo por la televisión estatal, a la que los militares entraron por la fuerza.
        Si bien el ejército no especificó a quienes se refería, varias agencias, sin embargo, informaron de la detención del ministro de Finanzas, Chombo Among y otros dos afines a Grace, la esposa de Mugabe.
        La situación es confusa pero se pueden manejar varias interpretaciones de lo que está ocurriendo. Una que el ejército no quiere estar bajo el mando de los caprichos de la esposa de Mugabe, a quien mira con recelo, por el hecho de que en uno de los países más pobres de África, le gusta hacer ostentación de lujo. La otra hipótesis  es que el ejército quiere relanzar al ex vicepresidente Mnangawa, que fue destituido por sugerencia de Grace Mugabe. También se puede pensar que la purga de Mnangawa es la gota que colmó el vaso en el proceso de ataque, que Grace hizo sobre los veteranos dirigentes del partido gobernante.
        El golpe sería la consecuencia de una lucha interna al seno del partido de gobierno, entre Grace y el status quo, que se disputan la sucesión del anciano dictador de 93 años de edad.
        Por un lado estarían los viejos dirigentes independentistas que fueron desplazando y por el otro, el ala juvenil del partido gobernante, que cuenta entre 40 y 50 años y se apoya en Grace Mugabe, quien públicamente dijo que iba a ocupar la próxima presidencia. La lucha interna de facciones en pugna no es nueva en el país y dejó un saldo de muchísimos muertos.
        Grace es considerada cabecilla del G‑40, un grupo de políticos afines a la pareja presidencial.
        Los veteranos de guerra de Zimbabue, advirtieron que Mugabe "está acabado" y "no se le permitirá continuar" antes de darle un "ultimátum" para que dimita según informan medios locales.
        La crisis de Zimbabue pone a toda África en dificultades, porque el próximo presidente tendrá que ser reconocido por los demás gobiernos africanos.
          “Deberíamos trabajar todos juntos para un retorno rápido a un gobierno civil en ese país de acuerdo con su constitución”, dijo el Secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson tras calificar de “preocupante” la situación. “Zimbabue tiene una oportunidad para adentrarse en un nuevo camino, uno que debe incluir elecciones democráticas y respeto a los derechos humanos",        sostuvo.
        Una pauta de los posibles acontecimientos lo constituye el hecho de que Emmerson Mnangagwa, ‑alías el cocodirilo‑, destituido el 6 de noviembre por Mugabe haya regresado a Zimbabue. Parece ser el principal detonante de la crisis, porque estaba preparando una nueva hoja de ruta para el país, junto a otros dirigentes del partido.
        Mugabe lo acusó a pedido de Grace, de conspirar para tomar el poder mediante el uso de la brujería. Es un veterano líder independentista que contó durante mucho tiempo con el apoyo de los militares, cuando era ministro de Defensa.
        Mnangaga quería la reconciliación con el principal líder opositor Morgan Tsvangirai a quien le agredieron a sus simpatizantes en unas elecciones y tuvo que bajarse de la segunda vuelta y en otra oportunidad en 2008 le estafaron los comicios.
        También estaba en esa hoja de ruta la devolución de las tierras que les fueron confiscadas a los colonos blancos.
        Estaríamos ante la formación de un Gobierno de coalición transitorio en el que el ex vicepresidente Emmerson Mnangagwa, del ZANU-P, estaría al frente en alianza con otras formaciones políticas como el Movimiento por el Cambio Democrático (MDC-T) de Morgan Tsvangirai.
        Según Derek Matysza del centro de análisis Instituto para el Estudio de la Seguridad, con sede en Pretoria, la lógica política “sugiere que la intervención militar será corta y que una vez que se aseguren de que Mnangagwa asume la presidencia, volverán los militares a los barracones”.
        El vacío de poder vino a agravar una de las peores situaciones económicas del mundo, con una inflación del 231.000.000% y la contracción de la agricultura, en un país que llegó a ser exportador de alimentos. El autoritarismo y la mala gestión condujeron a la fuga de cerebros y la degradación social y económica del país.
        Hoy la crisis se agravó y nadie salió a condenar el golpe de Estado. Sólo la Unión Africana, presidida en la actualidad por el mandatario guineano Alpha Conde, ha afirmado que "nunca aceptará el golpe de Estado militar" y ha pedido la vuelta a la Constitución por la vía política.
        Estamos hablando de un país sin infraestructuras, con un servicio sanitario colapsado, sistemas de agua que no funcionan y con altísimos niveles de desnutrición.
        De todo esto se pueden extraer varias conclusiones:

  •  El militarismo como política expropiatoria –socialismo real‑, es la vía regia a la pobreza y la degradación social.
  • La libertad personal es esencial para el progreso económico de las naciones, porque, como decía John Smith, “la propiedad es el precio de la libertad”.
  •  La crisis económica que azota ahora a Zimbabue es de una profundidad tal, que tras el golpe de Estado hay un intento de revertir decisiones políticas expropiatorias.